jueves, 9 de abril de 2020

AVISTAMIENTOS DE AVUTARDAS (XLII)




Al principio la noticia pasó desapercibida en los mass media. Se mostró imágenes de una ciudad oriental cercada por la nieve y el hielo y gente con mascarillas en sus aterradas caras. Una gripe muy letal y contagiosa había surgido en una lejana ciudad siberiana de la que en el civilizado occidente nadie había oído hablar. Las autoridades rusas, desconcertadas, intentaron contener el contagio del virus decretando una estricta cuarentena que duró meses. Pronto en occidente se empezó a hablar de la “gripe rusa”.

Sin embargo, entre los periodistas occidentales prevaleció la desconfianza. Así, la mayoría de la prensa, basándose en el escepticismo categórico de laureados intelectuales como el Dr. Kaufman, ponía en duda la existencia misma del brote epidémico que no sería más que, según los periodistas, una fake news, una excusa del estado ruso para tiranizar a su propia población. Más tarde, un reportero occidental logró burlar el cerco de las autoridades rusas y se infiltró en la población para mandar la foto de un cadáver de un hombre de edad avanzada abandonado en una calle helada de la exótica ciudad rusa. Entonces el grueso de los periodistas occidentales interpretó la foto como la prueba fehaciente de que al estado ruso la vida humana, especialmente la de los mayores, le importaba un bledo, y que sí, probablemente, la enfermedad existía pero no era más que un catarro o un brote de gripe estacional que el atraso tecnológico en que estaba sumido el despotismo oriental no sabía curar.

Pronto la “gripe rusa” (así le llamó al prensa del “mundo libre”) saltó las fronteras de las satrapías orientales y llegó al civilizado occidente. Pero aquí las autoridades mucho más democráticas y garantes de los derechos civiles se resistieron a confinar a la sociedad. Sin duda, el mayor grado de desarrollo y refinamiento de la sociedad occidental pararían el virus.

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