domingo, 22 de noviembre de 2009

LA NOCHE DE SAN JUAN por Jorge Luis Borges


[Escritor argentino cuyos desafiantes poemas y cuentos vanguardistas le consagraron como una de las figuras prominentes de las literaturas latinoamericana y universal. Nacido el 24 de agosto de 1899 en Buenos Aires, e hijo de un profesor, estudió en Ginebra y vivió durante una breve temporada en España relacionándose con los escritores ultraístas. En 1921 regresó a Argentina, donde participó en la fundación de varias publicaciones literarias y filosóficas como Prisma (1921-1922), Proa (1922-1926) y Martín Fierro en la que publica esporádicamente; escribió poesía lírica centrada en temas históricos de su país, que quedó recopilada en volúmenes como Fervor de Buenos Aires (1923), Luna de enfrente (1925) y Cuaderno San Martín (1929). De esta época datan sus relaciones con Ricardo Güiraldes, Macedonio Fernández, Alfonso Reyes y Oliveiro Girondo. En la década de 1930, debido a una enfermedad hereditaria, comenzó a perder la visión hasta quedar completamente ciego. A pesar de ello, trabajó en la Biblioteca Nacional (1938-1947) y, más tarde, llegó a convertirse en su director (1955-1973). Conoce a Adolfo Bioy Casares y publica con él Antología de la literatura fantástica (1940). A partir de 1955 fue profesor de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires. Durante esos años, fue abandonando la poesía en favor de los relatos breves por los que ha pasado a la historia. Aunque es más conocido por sus cuentos, se inició en la escritura con ensayos filosóficos y literarios, algunos de los cuales se encuentran reunidos en Inquisiciones. La historia universal de la infamia (1935) es una colección de cuentos basados en criminales reales. En 1955 fue nombrado académico de su país y en 1960 su obra era valorada universalmente como una de las más originales de América Latina. A partir de entonces se suceden los premios y las consideraciones. En 1961 comparte el Premio Fomentor con Samuel Beckett, y en 1980 el Cervantes con Gerardo Diego. Murió en Ginebra, el 14 de junio de 1986.
Las posturas políticas evolucionaron desde el izquierdismo juvenil al nacionalismo y después a un liberalismo escéptico desde el que se opuso al fascismo y al peronismo. Fue censurado por permanecer en Argentina durante las dictaduras militares de la década de 1970, aunque jamás apoyó a la Junta militar. Con la restauración democrática en 1983 se volvió más escéptico. A lo largo de toda su producción, Borges creó un mundo fantástico, metafísico y totalmente subjetivo. Su obra, exigente con el lector y de no fácil comprensión, debido a la simbología personal del autor, ha despertado la admiración de numerosos escritores y críticos literarios de todo el mundo. Describiendo su producción literaria, el propio autor escribió: -No soy ni un pensador ni un moralista, sino sencillamente un hombre de letras que refleja en sus escritos su propia confusión y el respetado sistema de confusiones que llamamos filosofía, en forma de literatura-.
Ficciones (1944) está considerado como un hito en el relato corto y un ejemplo perfecto de la obra borgiana. Los cuentos son en realidad una suerte de ensayo literario con un solo tema en el que el autor fantasea desde la subjetividad sobre temas, autores u obras; se trata pues de una ficción presentada con la forma del cuento en el que las palabras son importantísimas por la falsificación (ficción) con que Borges trata los hechos reales. Cada uno de los cuentos de Ficciones está considerado por la crítica como una joya, una diminuta obra maestra. Además, sucede que el libro presenta una estructura lineal que hace pensar al lector que el conjunto de los cuentos conducirán a un final con sentido, cuando en realidad llevan a la nada absoluta. Otros libros importantes del mismo género son El Aleph (1949) y El hacedor (1960).

(Extraído de El poder de la palabra) ]



El poniente implacable en esplendores
quebró a filo de espada las distancias
Suave como un sauzal está la noche.
Rojos chisporrotean
los remolinos de las bruscas hogueras;
leña sacrificada
que se desangra en altas llamaradas,
bandera viva y ciega travesura.
La sombra es apacible como una lejanía;
hoy las calles recuerdan
que fueron campo un día.
Toda la santa noche la soledad rezando
su rosario de estrellas desparramadas.





"Expansión de la luz" por Giacomo Balla

jueves, 19 de noviembre de 2009

SURCOS


"Ancha es Castilla"
Dicho popular

La tierra está vacía
Los pájaros en fuga colonizan
el desnudo kilometraje
con hilo telegráfico

En lontananza
la piedra crece
desmesuradamente
hasta hacerse torre vigía

El páramo despliega
sus alas en barbecho
La última estrella
dejó sus huellas en el agro

Campos en rotación
surcos que desembocan
en el binóculo del centinela

Todos los meridianos parten
de un modesto grano de avena


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"Paisaje" de Benjamín Palencia

miércoles, 18 de noviembre de 2009

ORO VIEJO


Mieses desnudas

El viento de la cosecha
tañe cítaras de lluvia

Rumor de espliego

Giran aves migratorias
en las bisagras del cielo

Ocres trasluces

La ciudad se difumina
bajo su antifaz de nubes

Efervescencias

Espirales de oro viejo
deslumbran a los poetas


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"Guitarra y madolina" de Juan Gris

lunes, 9 de noviembre de 2009

PIEDRA DE SOL por Octavio Paz


[
Octavio Paz Lozano ( Ciudad de México, 31 de marzo de 1914 - ídem; 19 de abril de 1998), fue un poeta, escritor, ensayista y diplomático mexicano, premio Nobel de Literatura (1990). Es considerado uno de los más grandes escritores del siglo XX y uno de los grandes poetas hispanos de todos los tiempos. Era un escritor prolífico cuya obra abarcó varios géneros, entre los que sobresalieron textos poéticos, el ensayo y traducciones.

Octavio Paz Lozano nació en la Ciudad de México el 31 de marzo de 1914, en medio de la Revolución Mexicana. Criado en Mixcóac, una población cercana (y que ahora forma parte de la Ciudad de México) por su madre, Josefina Lozano, una mujer religiosa, así como por una tía y su abuelo paterno, Ireneo Paz, un soldado retirado de las fuerzas de Porfirio Díaz, intelectual liberal y novelista. Su padre, también llamado Octavio Paz, trabajó como escribano y abogado para Emiliano Zapata; estuvo involucrado en la reforma agraria que siguió a la revolución, y colaboró activamente en el movimiento vasconcelista. Todas estas actividades provocaron que el padre se ausentara de casa durante largos periodos. Su educación se inició en Estados Unidos, donde se había trasladado su familia siendo él un niño. Estudió la preparatoria en el Colegio Francés-Morelos (hoy Centro Universitario México) en la Ciudad de México.

Paz fue influenciado desde pequeño por la literatura a través de su abuelo, quien estaba familiarizado tanto con la literatura clásica como con el modernismo mexicano. Durante la década de 1920-1930 descubrió a los poetas europeos Gerardo Diego, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado, que también influenciaron sus escritos más tempranos. Publicó su primer poema ya como adolescente en 1931, con el nombre mar de dia, al cual le añadió un epígrafe del poeta francés Saint-John Perse. Dos años después, a la edad de 19, Paz publicó Luna Silvestre, una colección de poemas. Hacia 1937, Paz ya era considerado el poeta más joven y prometedor de la capital mexicana.

En 1937 terminó sus estudios universitarios en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y viajó a Yucatán en busca de trabajo en una escuela cercana a Mérida. Ahí comenzó a trabajar en su poema Entre la piedra y la flor (1941, revisado en 1976), el cual describe la situación cultural y el quebranto de la fe del campesino mexicano como resultado de una sociedad capitalista. Estuvo casado con Elena Garro (entre 1938 y 1959), con quien tuvo una hija: Helena. Luego se une con Bona Tibertelli de Pisis, con quien convive hasta 1965. Ese año contrae matrimonio con Marie-José Tramini, su compañera hasta el final.

En 1937, Paz visita España durante la Guerra Civil Española, mostrando su solidaridad con los Republicanos, cuya ideología política influyó en su obra juvenil, otorgándole una visión preocupada, incluso angustiada, respecto a las condiciones de vida que se daban en su país natal y en España. A su regreso en México, participa como cofundador en una revista literaria llamada Taller en 1938, y escribe en ella hasta 1941. En 1943 recibe la Beca Guggenheim y comienza sus estudios en la Universidad de California, Berkeley en los Estados Unidos de América, y dos años después comienza a servir como diplomático Mexicano, trabajando en Francia hasta 1962. Durante esa estancia, en 1950, escribe y publica El laberinto de la soledad, un innovador estudio antropológico de los pensamientos y la identidad Mexicana.

En 1985 recibe el Premio Internacional Alfonso Reyes. En 1987 le es otorgado el I Premio Internacional Menéndez Pelayo. En 1990 recibió el Premio Nobel de Literatura.

Experimentación e inconformismo pueden ser dos de las palabras que mejor definen su labor poética, pero es un poeta difícil de encasillar. Ninguna de las etiquetas adjudicadas por los críticos encaja con su poesía: poeta neomodernista en sus comienzos; más tarde, poeta existencial; y, en ocasiones, poeta con tintes de surrealismo. Ninguna etiqueta le cuadra y ninguna le sobra. En realidad, se trata de un poeta que no echó raíces en ningún movimiento porque siempre estuvo alerta ante los cambios que se iban produciendo en el campo de la poesía y siempre estuvo experimentando, de modo que su poesía acabó por convertirse en una manifestación muy personal y original. Además, se trata de un poeta de gran lirismo cuyos versos contienen imágenes de gran belleza. Después de la preocupación social, presente en sus primeros libros, comenzó a tratar temas de raíz existencial, como la soledad y la incomunicación. Una de las obsesiones más frecuentes en sus poemas es el deseo de huir del tiempo, lo que lo llevó a la creación de una poesía espacial cuyos poemas fueron bautizados por el propio autor con el nombre de topoemas (de topos + poema). Esto es lo que significa poesía espacial: poesía opuesta a la típica poesía temporal y discursiva. Se trata de una poesía intelectual y minoritaria, casi metafísica en la que además de signos lingüísticos se incluyen signos visuales. En los topoemas, igual que ocurría en la poesía de los movimientos de vanguardia, se le da importancia al poder sugerente y expresivo de las imágenes plásticas. No cabe duda de que en la última poesía de Octavio Paz hay bastante esoterismo, pero, al margen de ello, toda su poesía anterior destaca por su lirismo y por el sentido mágico que el autor da a las palabras.

El 19 de abril de 1998 Octavio Paz murió en su ciudad natal que fue la Ciudad de México.

(Extraído de Wikipedia) ]


La treizième revient...c'est encor la première;
et c'est toujours la seule-ou c'est le seul moment; car es-tu reine, ô toi, la première ou dernière? es-tu roi, toi le seul ou le dernier amant?
Gérard de Nerval (Arthémis)

un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre:
un caminar tranquilo
de estrella o primavera sin premura,
agua que con los párpados cerrados
mana toda la noche profecías,
unánime presencia en oleaje,
ola tras ola hasta cubrirlo todo,
verde soberanía sin ocaso
como el deslumbramiento de las alas
cuando se abren en mitad del cielo,

un caminar entre las espesuras
de los días futuros y el aciago
fulgor de la desdicha como un ave
petrificando el bosque con su canto
y las felicidades inminentes
entre las ramas que se desvanecen,
horas de luz que pican ya los pájaros,
presagios que se escapan de la mano,

una presencia como un canto súbito,
como el viento cantando en el incendio,
una mirada que sostiene en vilo
al mundo con sus mares y sus montes,
cuerpo de luz filtrado por un ágata,
piernas de luz, vientre de luz, bahías,
roca solar, cuerpo color de nube,
color de día rápido que salta,
la hora centellea y tiene cuerpo,
el mundo ya es visible por tu cuerpo,
es transparente por tu transparencia,

voy entre galerías de sonidos,
fluyo entre las presencias resonantes,
voy por las transparencias como un ciego,
un reflejo me borra, nazco en otro,
oh bosque de pilares encantados,
bajo los arcos de la luz penetro
los corredores de un otoño diáfano,

voy por tu cuerpo como por el mundo,
tu vientre es una plaza soleada,
tus pechos dos iglesias donde oficia
la sangre sus misterios paralelos,
mis miradas te cubren como yedra,
eres una ciudad que el mar asedia,
una muralla que la luz divide
en dos mitades de color durazno,
un paraje de sal, rocas y pájaros
bajo la ley del mediodía absorto,

vestida del color de mis deseos
como mi pensamiento vas desnuda,
voy por tus ojos como por el agua,
los tigres beben sueño de esos ojos,
el colibrí se quema en esas llamas,
voy por tu frente como por la luna,
como la nube por tu pensamiento,
voy por tu vientre como por tus sueños,

tu falda de maíz ondula y canta,
tu falda de cristal, tu falda de agua,
tus labios, tus cabellos, tus miradas,
toda la noche llueves, todo el día
abres mi pecho con tus dedos de agua,
cierras mis ojos con tu boca de agua,
sobre mis huesos llueves, en mi pecho
hunde raíces de agua un árbol líquido,

voy por tu talle como por un río,
voy por tu cuerpo como por un bosque,
como por un sendero en la montaña
que en un abismo brusco se termina
voy por tus pensamientos afilados
y a la salida de tu blanca frente
mi sombra despeñada se destroza,
recojo mis fragmentos uno a uno
y prosigo sin cuerpo, busco a tientas,

corredores sin fin de la memoria,
puertas abiertas a un salón vacío
donde se pudren todos lo veranos,
las joyas de la sed arden al fondo,
rostro desvanecido al recordarlo,
mano que se deshace si la toco,
cabelleras de arañas en tumulto
sobre sonrisas de hace muchos años,

a la salida de mi frente busco,
busco sin encontrar, busco un instante,
un rostro de relámpago y tormenta
corriendo entre los árboles nocturnos,
rostro de lluvia en un jardín a obscuras,
agua tenaz que fluye a mi costado,

busco sin encontrar, escribo a solas,
no hay nadie, cae el día, cae el año,
caigo en el instante, caigo al fondo,
invisible camino sobre espejos
que repiten mi imagen destrozada,
piso días, instantes caminados,
piso los pensamientos de mi sombra,
piso mi sombra en busca de un instante,

busco una fecha viva como un pájaro,
busco el sol de las cinco de la tarde
templado por los muros de tezontle:
la hora maduraba sus racimos
y al abrirse salían las muchachas
de su entraña rosada y se esparcían
por los patios de piedra del colegio,
alta como el otoño caminaba
envuelta por la luz bajo la arcada
y el espacio al ceñirla la vestía
de un piel más dorada y transparente,

tigre color de luz, pardo venado
por los alrededores de la noche,
entrevista muchacha reclinada
en los balcones verdes de la lluvia,
adolescente rostro innumerable,
he olvidado tu nombre, Melusina,
Laura, Isabel, Perséfona, María,
tienes todos los rostros y ninguno,
eres todas las horas y ninguna,
te pareces al árbol y a la nube,
eres todos los pájaros y un astro,
te pareces al filo de la espada
y a la copa de sangre del verdugo,
yedra que avanza, envuelve y desarraiga
al alma y la divide de sí misma,
escritura de fuego sobre el jade,
grieta en la roca, reina de serpientes,
columna de vapor, fuente en la peña,
circo lunar, peñasco de las águilas,
grano de anís, espina diminuta
y mortal que da penas inmortales,
pastora de los valles submarinos
y guardiana del valle de los muertos,
liana que cuelga del cantil del vértigo,
enredadera, planta venenosa,
flor de resurrección, uva de vida,
señora de la flauta y del relámpago,
terraza del jazmín, sal en la herida,
ramo de rosas para el fusilado,
nieve en agosto, luna del patíbulo,
escritura del mar sobre el basalto,
escritura del viento en el desierto,
testamento del sol, granada, espiga,

rostro de llamas, rostro devorado,
adolescente rostro perseguido
años fantasmas, días circulares
que dan al mismo patio, al mismo muro,
arde el instante y son un solo rostro
los sucesivos rostros de la llama,
todos los nombres son un solo nombre
todos los rostros son un solo rostro,
todos los siglos son un solo instante
y por todos los siglos de los siglos
cierra el paso al futuro un par de ojos,

no hay nada frente a mí, sólo un instante
rescatado esta noche, contra un sueño
de ayuntadas imágenes soñado,
duramente esculpido contra el sueño,
arrancado a la nada de esta noche,
a pulso levantado letra a letra,
mientras afuera el tiempo se desboca
y golpea las puertas de mi alma
el mundo con su horario carnicero,

sólo un instante mientras las ciudades,
los nombres, lo sabores, lo vivido,
se desmoronan en mi frente ciega,
mientras la pesadumbre de la noche
mi pensamiento humilla y mi esqueleto,
y mi sangre camina más despacio
y mis dientes se aflojan y mis ojos
se nublan y los días y los años
sus horrores vacíos acumulan,

mientras el tiempo cierra su abanico
y no hay nada detrás de sus imágenes
el instante se abisma y sobrenada
rodeado de muerte, amenazado
por la noche y su lúgubre bostezo,
amenazado por la algarabía
de la muerte vivaz y enmascarada
el instante se abisma y se penetra,
como un puño se cierra, como un fruto
que madura hacia dentro de sí mismo
y a sí mismo se bebe y se derrama
el instante translúcido se cierra
y madura hacia dentro, echa raíces,
crece dentro de mí, me ocupa todo,
me expulsa su follaje delirante,
mis pensamientos sólo son su pájaros,
su mercurio circula por mis venas,

árbol mental, frutos sabor de tiempo,

oh vida por vivir y ya vivida,
tiempo que vuelve en una marejada
y se retira sin volver el rostro,
lo que pasó no fue pero está siendo
y silenciosamente desemboca
en otro instante que se desvanece:

frente a la tarde de salitre y piedra
armada de navajas invisibles
una roja escritura indescifrable
escribes en mi piel y esas heridas
como un traje de llamas me recubren,
ardo sin consumirme, busco el agua
y en tus ojos no hay agua, son de piedra,
y tus pechos, tu vientre, tus caderas
son de piedra, tu boca sabe a polvo,
tu boca sabe a tiempo emponzoñado,
tu cuerpo sabe a pozo sin salida,
pasadizo de espejos que repiten
los ojos del sediento, pasadizo
que vuelve siempre al punto de partida,
y tú me llevas ciego de la mano
por esas galerías obstinadas
hacia el centro del círculo y te yergues
como un fulgor que se congela en hacha,
como luz que desuella, fascinante
como el cadalso para el condenado,
flexible como el látigo y esbelta
como un arma gemela de la luna,
y tus palabras afiladas cavan
mi pecho y me despueblan y vacían,
uno a uno me arrancas los recuerdos,
he olvidado mi nombre, mis amigos
gruñen entre los cerdos o se pudren
comidos por el sol en un barranco,

no hay nada en mí sino una larga herida,
una oquedad que ya nadie recorre,
presente sin ventanas, pensamiento
que vuelve, se repite, se refleja
y se pierde en su misma transparencia,
conciencia traspasada por un ojo
que se mira mirarse hasta anegarse
de claridad:
yo vi tu atroz escama,
Melusina, brillar verdosa al alba,
dormías enroscada entre las sábanas
y al despertar gritaste como un pájaro
y caíste sin fin, quebrada y blanca,
nada quedó de ti sino tu grito,
y al cabo de los siglos me descubro
con tos y mala vista, barajando
viejas fotos:
no hay nadie, no eres nadie,
un montón de ceniza y una escoba,
un cuchillo mellado y un plumero,
un pellejo colgado de unos huesos,
un racimo ya seco, un hoyo negro
y en el fondo del hoyo los dos ojos
de una niña ahogada hace mil años,

miradas enterradas en un pozo,
miradas que nos ven desde el principio,
mirada niña de la madre vieja
que ve en el hijo grande un padre joven,
mirada madre de la niña sola
que ve en el padre grande un hijo niño,
miradas que nos miran desde el fondo
de la vida y son trampas de la muerte
—¿o es al revés: caer en esos ojos
es volver a la vida verdadera?,

¡caer, volver, soñarme y que me sueñen
otros ojos futuros, otra vida,
otras nubes, morirme de otra muerte!
—esta noche me basta, y este instante
que no acaba de abrirse y revelarme
dónde estuve, quién fui, cómo te llamas,
cómo me llamo yo:
¿hacía planes
para el verano —y todos los veranos—
en Christopher Street, hace diez años,
con Filis que tenía dos hoyuelos
donde bebían luz los gorriones?,
¿por la Reforma Carmen me decía
"no pesa el aire, aquí siempre es octubre",
o se lo dijo a otro que he perdido
o yo lo invento y nadie me lo ha dicho?,
¿caminé por la noche de Oaxaca,
inmensa y verdinegra como un árbol,
hablando solo como el viento loco
y al llegar a mi cuarto —siempre un cuarto—

no me reconocieron los espejos?,
¿desde el hotel Vernet vimos al alba
bailar con los castaños — "ya es muy tarde"
decías al peinarte y yo veía
manchas en la pared, sin decir nada?,
¿subimos juntos a la torre, vimos
caer la tarde desde el arrecife?
¿comimos uvas en Bidart?, ¿compramos
gardenias en Perote?,
nombres, sitios,
calles y calles, rostros, plazas, calles,
estaciones, un parque, cuartos solos,
manchas en la pared, alguien se peina,
alguien canta a mi lado, alguien se viste,
cuartos, lugares, calles, nombres, cuartos,

Madrid, 1937,
en la Plaza del Ángel las mujeres
cosían y cantaban con sus hijos,
después sonó la alarma y hubo gritos,
casas arrodilladas en el polvo,
torres hendidas, frentes esculpidas
y el huracán de los motores, fijo:
los dos se desnudaron y se amaron
por defender nuestra porción eterna,
nuestra ración de tiempo y paraíso,
tocar nuestra raíz y recobrarnos,
recobrar nuestra herencia arrebatada
por ladrones de vida hace mil siglos,
los dos se desnudaron y besaron
porque las desnudeces enlazadas
saltan el tiempo y son invulnerables,
nada las toca, vuelven al principio,
no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres,
verdad de dos en sólo un cuerpo y alma,
oh ser total...

cuartos a la deriva
entre ciudades que se van a pique,
cuartos y calles, nombres como heridas,
el cuarto con ventanas a otros cuartos
con el mismo papel descolorido
donde un hombre en camisa lee el periódico
o plancha una mujer; el cuarto claro
que visitan las ramas de un durazno;
el otro cuarto: afuera siempre llueve
y hay un patio y tres niños oxidados;
cuartos que son navíos que se mecen
en un golfo de luz; o submarinos:
el silencio se esparce en olas verdes,
todo lo que tocamos fosforece;
mausoleos de lujo, ya roídos
los retratos, raídos los tapetes;
trampas, celdas, cavernas encantadas,
pajareras y cuartos numerados,
todos se transfiguran, todos vuelan,
cada moldura es nube, cada puerta
da al mar, al campo, al aire, cada mesa
es un festín; cerrados como conchas
el tiempo inútilmente los asedia,
no hay tiempo ya, ni muro: ¡espacio, espacio,
abre la mano, coge esta riqueza,
corta los frutos, come de la vida,
tiéndete al pie del árbol, bebe el agua!,

todo se transfigura y es sagrado,
es el centro del mundo cada cuarto,
es la primera noche, el primer día,
el mundo nace cuando dos se besan,
gota de luz de entrañas transparentes
el cuarto como un fruto se entreabre
o estalla como un astro taciturno
y las leyes comidas de ratones,
las rejas de los bancos y las cárceles,
las rejas de papel, las alambradas,
los timbres y las púas y los pinchos,
el sermón monocorde de las armas,
el escorpión meloso y con bonete,
el tigre con chistera, presidente
del Club Vegetariano y la Cruz Roja,
el burro pedagogo, el cocodrilo
metido a redentor, padre de pueblos,
el Jefe, el tiburón, el arquitecto
del porvenir, el cerdo uniformado,
el hijo pedilecto de la Iglesia
que se lava la negra dentadura
con el agua bendita y toma clases
de inglés y democracia, las paredes
invisibles, las máscaras podridas
que dividen al hombe de los hombres,
al hombre de sí mismo,

se derrumban
por un instante inmenso y vislumbramos
nuestra unidad perdida, el desamparo
que es ser hombres, la gloria que es ser hombres
y compartir el pan, el sol, la muerte,
el olvidado asombro de estar vivos;

amar es combatir, si dos se besan
el mundo cambia, encarnan los deseos,
el pensamiento encarna, brotan las alas
en las espaldas del esclavo, el mundo
es real y tangible, el vino es vino,
el pan vuelve a saber, el agua es agua,
amar es combatir, es abrir puertas,
dejar de ser fantasma con un número
a perpetua cadena condenado
por un amo sin rostro
el mundo cambia
si dos se miran y se reconocen,
amar es desnudarse de los nombres:
"déjame ser tu puta", son palabras
de Eloísa, mas él cedió a las leyes,
la tomó por esposa y como premio
lo castraron después;
mejor el crimen,
los amantes suicidas, el incesto
de los hermanos como dos espejos
enamorados de su semejanza,
mejor comer el pan envenenado,
el adulterio en lechos de ceniza,
los amores feroces, el delirio,
su yedra ponzoñosa, el sodomita
que lleva por clavel en la solapa
un gargajo, mejor ser lapidado
en las plazas que dar vuelta a la noria
que exprime la substancia de la vida,
cambia la eternidad en horas huecas,
los minutos en cárceles, el tiempo
en monedas de cobre y mierda abstracta;

mejor la castidad, flor invisible
que se mece en los tallos del silencio,
el difícil diamante de los santos
que filtra los deseos, sacia al tiempo,
nupcias de la quietud y el movimiento,
canta la soledad en su corola,
pétalo de cristal en cada hora,
el mundo se despoja de sus máscaras
y en su centro, vibrante transparencia,
lo que llamamos Dios, el ser sin nombre,
se contempla en la nada, el ser sin rostro
emerge de sí mismo, sol de soles,
plenitud de presencias y de nombres;

sigo mi desvarío, cuartos, calles,
camino a tientas por los corredores
del tiempo y subo y bajo sus peldaños
y sus paredes palpo y no me muevo,
vuelvo donde empecé, busco tu rostro,
camino por las calles de mí mismo
bajo un sol sin edad, y tú a mi lado
caminas como un árbol, como un río
caminas y me hablas como un río,
creces como una espiga entre mis manos,
lates como una ardilla entre mis manos,
vuelas como mil pájaros, tu risa
me ha cubierto de espumas, tu cabeza
es un astro pequeño entre mis manos,
el mundo reverdece si sonríes
comiendo una naranja,
el mundo cambia
si dos, vertiginosos y enlazados,
caen sobre las yerba: el cielo baja,
los árboles ascienden, el espacio
sólo es luz y silencio, sólo espacio
abierto para el águila del ojo,
pasa la blanca tribu de las nubes,
rompe amarras el cuerpo, zarpa el alma,
perdemos nuestros nombres y flotamos
a la deriva entre el azul y el verde,
tiempo total donde no pasa nada
sino su propio transcurrir dichoso,

no pasa nada, callas, parpadeas
(silencio: cruzó un ángel este instante
grande como la vida de cien soles),
¿no pasa nada, sólo un parpadeo?
—y el festín, el destierro, el primer crimen,
la quijada del asno, el ruido opaco
y la mirada incrédula del muerto
al caer en el llano ceniciento,
Agamenón y su mugido inmenso
y el repetido grito de Casandra
más fuerte que los gritos de las olas,
Sócrates en cadenas "(el sol nace,
morir es despertar: "Critón, un gallo
a Esculapio, ya sano de la vida"),
el chacal que diserta entre las ruinas
de Nínive, la sombra que vio Bruto
antes de la batalla, Moctezuma
en el lecho de espinas de su insomnio,
el viaje en la carretera hacia la muerte

—el viaje interminable mas contado
por Robespierre minuto tras minuto,
la mandíbula rota entre las manos—,
Churruca en su barrica como un trono
escarlata, los pasos ya contados
de Lincoln al salir hacia el teatro,
el estertor de Trotsky y sus quejidos
de jabalí, Madero y su mirada
que nadie contestó: ¿por qué me matan?,
los carajos, los ayes, los silencios
del criminal, el santo, el pobre diablo,
cementerio de frases y de anécdotas
que los perros retóricos escarban,
el delirio, el relincho, el ruido obscuro
que hacemos al morir y ese jadeo
que la vida que nace y el sonido
de huesos machacadosen la riña
y la boca de espuma del profeta
y su grito y el grito del verdugo
y el grito de la víctima...
son llamas
los ojos y son llamas lo que miran,
llama la oreja y el sonido llama,
brasa los labios y tizón la lengua,
el tacto y lo que toca, el pensamiento
y lo pensado, llama el que lo piensa,
todo se quema, el universo es llama,
arde la misma nada que no es nada
sino un pensar en llamas, al fin humo:
no hay verdugo ni víctima...
¿y el grito
en la tarde del viernes?, y el silencio
que se cubre de signos, el silencio
que dice sin decir, ¿no dice nada?,

¿no son nada los gritos de los hombres?,
¿no pasa nada cuando pasa el tiempo?

—no pasa nada, sólo un parpadeo
del sol, un movimiento apenas, nada,
no hay redención, no vuelve atrás el tiempo,
los muerto están fijos en su muerte
y no pueden morirse de otra muerte,
intocables, clavados en su gesto,
desde su soledad, desde su muerte
sin remedio nos miran sin mirarnos,
su muerte ya es la estatua de su vida,
un siempre estar ya nada para siempre,
cada minuto es nada para siempre,
un rey fantasma rige sus latidos
y tu gesto final, tu dura máscara
labra sobre tu rostro cambiante:
el monumento somos de una vida
ajena y no vivida, apenas nuestra,

—¿la vida, cuándo fue de veras nuestra?,
¿cuándo somos de veras lo que somos?,
bien mirado no somos, nunca somos
a solas sino vértigo y vacío,
muecas en el espejo, horror y vómito,
nunca la vida es nuestra, es de los otros,
la vida no es de nadie, todos somos
la vida —pan de sol para los otros,
los otros todos que nosotros somos—,
soy otro cuando soy, los actos míos
son más míos si son también de todos,
para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia,
no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,
la vida es otra, siempre allá, más lejos,
fuera de ti, de mí, siempre horizonte,
vida que nos desvive y enajena,
que nos inventa un rostro y lo desgasta,
hambre de ser, oh muerte, pan de todos,

Eloísa, Perséfona, María,
muestra tu rostro al fin para que vea
mi cara verdadera, la del otro,
mi cara de nosotros siempre todos,
cara de árbol y de panadero,
de chófer y de nube y de marino,
cara de sol y arroyo y Pedro y Pablo,
cara de solitario colectivo,
despiértame, ya nazco:

vida y muerte
pactan en ti, señora de la noche,
torre de claridad, reina del alba,
virgen lunar, madre del agua madre,
cuerpo del mundo, casa de la muerte,
caigo sin fin desde mi nacimiento,
caigo en mí mismo sin tocar mi fondo,
recógeme en tus ojos, junta el polvo
disperso y reconcilia mis cenizas,
ata mis huesos divididos, sopla
sobre mi ser, entiérrame en tu tierra,
tu silencio dé paz al pensamiento
contra sí mismo airado;
abre la mano,
señora de semillas que son días,
el día es inmortal, asciende, crece,
acaba de nacer y nunca acaba,
cada día es nacer, un nacimiento
es cada amanecer y yo amanezco,
amanecemos todos, amanece
el sol cara de sol, Juan amanece
con su cara de Juan cara de todos,

puerta del ser, despiértame, amanece,
déjame ver el rostro de este día,
déjame ver el rostro de esta noche,
todo se comunica y transfigura,
arco de sangre, puente de latidos,
llévame al otro lado de esta noche,
adonde yo soy tú somos nosotros,
al reino de pronombres enlazados,

puerta del ser: abre tu ser, despierta,
aprende a ser también, labra tu cara,
trabaja tus facciones, ten un rostro
para mirar mi rostro y que te mire,
para mirar la vida hasta la muerte,
rostro de mar, de pan, de roca y fuente,
manantial que disuelve nuestros rostros
en el rostro sin nombre, el ser sin rostro,
indecible presencia de presencias...

quiero seguir, ir más allá, y no puedo:
se despeñó el instante en otro y otro,
dormí sueños de piedra que no sueña
y al cabo de los años como piedras
oí cantar mi sangre encarcelada,
con un rumor de luz el mar cantaba,
una a una cedían las murallas,
todas las puertas se desmoronaban
y el sol entraba a saco por mi frente,
despegaba mis párpados cerrados,
desprendía mi ser de su envoltura,
me arrancaba de mí, me separaba
de mi bruto dormir siglos de piedra
y su magia de espejos revivía
un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre.

México, 1957




"Cabeza de indio" por Eugenio Granell

miércoles, 4 de noviembre de 2009

LA ALEGORÍA por Edgar Neville


[Edgar Neville (1899-1967), fue un escritor, pintor, dramaturgo y cineasta español, hijo de una aristócrata y un ingeniero británico. Se relacionó con la flor y nata del arte (Dalí) de las letras españolas de la época (especialemente con los poetas de la generación del 27) así como con conocidas estrellas de Hollywood, pues trabajó allí para la Metro Goldwyn Meyer. Sin embargo, a pesar de ser parte de la rancia sociedad aristocrática, obra de la Edgar Neville, no estaba exenta de de cierta crítica social y humorismo corrosivos, como por ejemplo en el siguiente cuento aparecido en Prosa Española de Vanguardia, editado por Castalia, en el que pone a los sectores sociales conservadores y al clero de vuelta y media.]

CUANDO  falleció Pérez Roca nadie pudo suponer lo que iba a ocurrir.

Pérez Roca había sido lo que se denominaba un hombre de orden, o sea, que abominaba la revolución rusa, que tenía levita y que asistía a los entierros. Como además era rico, había podido ser hombre de orden toda su vida.

Su prestigio agrandábase con la edad, y, a medida que iban muriendo los de su generación le crecían más las barbas, la juventud de la provincia lo miraba con más veneración.

Tenía todo un programa político, que exponía después de almorzar mientras que el alimento forzaba el duodeno. Se sentada primero en una mecedora, que lo llevaba un momento de Oriente a Occidente, y cuando cesaba el oleaje encendía un buen cigarro puro, teniendo largo rato la llama en su punta hasta que los desesperados guiños del veguero le avisaban de su incandescencia. Entonces tomaba un sorbito de café, y a los diez minutos ,cuando la digestión encontraba su cauce y se sentía por dentro inundado de bienestar, decía, hablando del gobierno en el poder:

-Ahora estamos muy bien y no sabemos lo que puede venir, como nadie levantase el dedo, convenían con Pérez Roca en que ahora estaba bien.

Esta gran firmeza de ideas le había valido la estimación de todos los partidos políticos de la provincia.
Pero un día en que loco de gozo estaba le entró una congoja y se murió.

El Ayuntamiento hizo constar su duelo, levantó una sesión y se fueron a pasear. En el parque, agradecidos al finado por el asueto, convinieron en levantarle una estatua para adornar la plazoleta, y con los fondos destinados a un grupo escolar, encabezaron la suscripción para encabezar el monumento.

Las señoras del alcalde, del gobernador de los concejales se encargaron un traje nuevo para asistir al acto, a la estatua se encargó a un famoso escultor de Madrid, tan especializado en levitas de personajes, que todos los sastres hablaban de sus esculturas con admiración.

El escultor envió la estatua vuelta de correo.

Cuando llegó el día de la inauguración, el parque se llenó de gente; a una tribuna subieron las autoridades la Junta de Damas Feas; a otra, la familia del difunto, y el pueblo quedó inundado el espacio vacío. Subió el barómetro del parque.

Primero fueron unas palabras del alcalde, que no se oyeron; después una niña tiró de la cinta cayó la arpillera que envolvía el monumento.

Hubo un ¡ah!, una risa breve y un gesto enfurruñado de la Junta de Damas Feas.

Pérez Roca aparecía en él, de bronce, en pie y enlevitado. Pero su levita tenía ese corte perfecto que sabía dar el escultor, y eses pliegues, esas arrugas que, como decían las señoras, eran como las de verdad.

Las solapas de esta levita no desmerecían en nada a las que el mismo artista le había colocado a un Campoamor de provincia y cuyo gracioso levantamiento por las puntas y el detalle del ojal entreabierto le habían valido la entrada en la Academia.

Del rostro del sociólogo sólo se veía una enorme barba de bronce, de la que sobresalían unos rizos de alambre para aumentar la impresión de realidad. El resto de la faz no se columbraba más que desde lo alto de los árboles del parque o desde la torre de la catedral.

Pero no era la figura del patricio lo que había despertado el asombro del público y el gesto enfurruñado de las Damas, sino una blanca y marmórea mujer desnuda que, apoyada en el plinto y un escalón más abajo que el enlevitado, tendía hacia él los brazos tendiéndole una corona de laurel, también de mármol.

El desnudo estaba vuelto hacia Pérez Roca, así es que daba la espalda, y lo demás al público; pero, visto de perfil, presentaba todo lo que en un perfil de mujer puede ofrecer a la mirada.

Hubo un momento de silencio, que rompieron los murmullos de la Junta de Damas Feas, las cuales estaban indignadas.

El alcalde, que hasta ese instante no había visto el monumento, no sabía como calmarlas. Para tratar de ello, el gobernador adelantó su discurso, elogiando a Pérez Roca, y habló también de la necesidad de estrechar lazos con las repúblicas americanas.

A todo el mundo le pareció muy bien esto último y se escuchó un rumor aprobatorio.

La viuda y las hijas de Pérez Roca no sabían qué pensar; la primera conservaba su aspecto compungido, que convenía al momento, y las chicas tristes también, distribuían rápidas miradas a los mejores partidos de la provincia.

Pero el público se extrañaba de ver junto al realismo de la levita y la barba el desnudo alegórico, y no hacía más que buscarle una explicación.

-¿Quién es esa señora en cueros?- ésa era la pregunta. Y las respuestas eran vanas y surgían de la masa.

Junto a la tribuna donde estaba la familia es donde los comentarios, sobre el desnudo, adquirían mayor relieve.

-Debe ser su señora- decía una mujer que tenía un niño en brazos.

Todos los ojos se dirigían a la viuda, que soportaba las miradas comparativas con los ojos bajos. Al poco tiempo se escuchaba un rumor negativo:

-No, no, qué va a ser la viuda... ¡Quisiera!- decía una voz irrespetuosa.

Luego surgían otras hipótesis.

-Será la hija mayor- aventuraba otra mujer que no llevaba en los brazos ningún niño.

Y las miradas recorrían a la hija mayor de arriba abajo.

Hubo toda clase de suposiciones, a veces salieron a relucir nombres de señoras, visitas de la casa, hubo quien dijo que era la criada del finado, y, por fin, una voz aseguró ser el vivo retrato de la Junta de Damas Feas.

El acto terminó en frío, y, desde ese día, en las esferas oficiales sólo se pensó en el modo de solucionar el conflicto.

La Junta de Damas Feas se despojase al monumento del desnudo alegórico. Y a decir verdad, el Municipio lo hubiera quitado de buena gana, pero, después de reflexionar, resultaba difícil.

No se podía achacar al escultor el prurito demoledor de las instituciones sociales; no era un hombre de ideas avanzadas por ningún concepto; se le calculaban al año en veinte monumento religiosos los que producía, y los restantes, eran señores de levita, así es que se trataba de un hombre de orden.

El Ayuntamiento temía que, al mutilar la obra, el artista, bien relacionado con Madrid, protestase en nombre del arte y se tachase al Municipio de reaccionario, que es lo que más les molesta que les llamen a los reaccionarios.

La Junta no descansaba un momento. Algunas damas visitaron a la viuda de Pérez Roca y encendieron en su corazón una hoguera de fuegos póstumos. La viuda pidió a las autoridades quitasen de junto a su esposo aquel desnudo. Afirmó que de vivir Pérez Roca, se hubiera indignado de hallarse tan cerca de esa indecencia.

Las autoridades sonrieron. Entonces fue cuando se le ocurrió a R. P. [1] López (A. M. D. G.) [2] la idea salvadora.

-¿Por qué no plantar yedra al pie del monumento y guiarla de manera que cubra el desnudo?

El hallazgo produjo entusiasmo entre las derechas de la población. La Junta de Damas sonrió con suficiencia. Se escucharon frases elogiosas: "Perteneciendo a la orden a que pertenecen no se puede esperar ideas geniales".

"¡Ah! ¡El día, ya cercano, en que gobiernen todo el país...!"

El R. P. López, humildemente, no aceptó más homenaje que una sillería de caoba que le ofreció la presidenta de la Junta.

Varias ancianas testaron, además, a su favor.

Se plantó, pues, la yedra y se vigiló el progreso de su crecimiento.

Ya era tiempo, pues la tertulia de los supervivientes de la guerra de Cuba y la de Jóvenes Legitimistas habían trasladado su tertulia a la plazoleta de Pérez Roca, abandonando a la de los hermanos Quintero, toda adornada de azulejos sevillanos, reproduciendo escenas de esa joyita que se llama Las de Abel [3]. Decisión que había producido en la protesta del Ayuntamiento de Sevilla.

Se puso guarda especial encargado de la trepadora, y se obligó a los niños de las escuelas a contribuir, en la medida de sus fuerzas, a su riego.

A los pocos meses, la yedra había crecido; pero la Providencia no había querido secundar los planes de la Junta. La trepadora se había desarrollado de un modo espléndido y cubría todo el monumento, todo... menos la parte más carnosa del desnudo alegórico. Y, ¡fatalidad!, resultaba que sobre el fondo verde de la yedra resaltaba de modo tal, que se veía de todos los rincones del parque.

Ya no eran solo las tertulias de senectos las que acudían allí, sino todos los paseantes del parque, y poco a poco, fue viniendo gente de la ciudad sólo para admirar lo que se veía del monumento.

La Junta estaba frenética; hubo varios ataques de bilis; el R. P. López tuvo que devolver la sillería (A. M. D. G.) y las ancianas rectificaron su testamento y se lo dejaron todo al R. P. Rodríguez.

Y la cosa no parecía tener remedio, ya que por más esfuerzo que se hacía por enderezar la trepadora no se lograba, pues cuando el brote llegaba a aquel lugar se secaba.

Fue una temporada angustiosa; se hicieron rogativas. Pero la hiedra seguía sin crecer por aquel lado, y la gente acudiendo en mayor número.

Un día se tomó un acuerdo importante en la Junta de Damas Feas, y por la noche, un hombre misterioso se apoderó de la blanca alegoría, sin importarle nada los gestos desesperados de sus brazos tendiendo su laurel, ni la soledad en que quedaba Pérez Roca.

Al día siguiente, cuando el vecindario fue a la plazoleta, pudo observar la ausencia.

Fue una general consternación; al principio, nadie se atrevía a lanzar la primera frase. Pero no se sabe cómo empezó un rumor en la masa. La gente hacía ¡hu! ¡hu! ¡hu! ¡hu!, que es como imita la multitud su propio ruido, y, al oír el sonido que armaban, se envalentonaron.

Alguien, por fin, precisó el anhelo:

-Esto es un atropello a la libertad -dijo, y todos se pusieron en marcha hacia el Ayuntamiento.

La gente los miraba desde los balcones, y ellos tiraban sus sombreros al aire y daban vivas a Pérez Roca, con lo cual cubrían su adhesión a la alegoría.

El alcalde se asomó al balcón; en la casa de enfrente, que era el local de la Junta de Damas, apareció la presidenta de ésta, en una ventana, y por un terrado asomó el reverendo padre López.

Se entabló la discusión. El alcalde mantenía la tesis de que la manifestación tenía que disolverse; la Junta de Damas llamó a los manifestantes: "Sinvergüenzas", y el padre López sonrió y guiñó un ojo amablemente a la presidenta y otro al alcalde.

La multitud volvió a hacer ¡hu! ¡hu! ¡hu! ¡hu! Uno cualquiera dijo: ¡esto es una farsa, viva Pérez Roca! Y ante el conjuro del apellido de aquel hombre de orden, la multitud hizo la revolución.

NOTAS:
[1] R. P. son siglas de Reverendo Padre.
[2] Iniciales del emblema jesuítico Ad Maiorem Dei Gloriam.
[3] Alusión humorística al drama Las de Caín
escrito por los hermanos Álvarez Quintero.

Edgar Neville con Charles Chaplin