domingo, 20 de mayo de 2012

LA CONQUISTA DE LO MARAVILLOSO por Aldo Pellegrini


[Biografía de Aldo Pellegrini aquí

(Extraído de Archivo surrealista)]


Hay una palabra que circula profusamente en nuestros días y que parece encerrar el secreto de la revolución artística de nuestro tiempo. Se la pronuncia con raro fervor y se le asigna un sinnúmero de significados ignotos; contiene, latente, todo lo inexplicable para el hombre. Esta palabra, lo maravilloso, no es, sin embargo, nueva. En lo antiguo se aplicó para designar un tipo de literatura en la cual, la fantasía, esa manifestación de la libre fuerza creadora de la imaginación, inventaba un mundo de seres y cosas fuera de las leyes naturales. Según esta acepción, lo sobrenatural sería la característica más destacada de lo maravilloso, pero lo sobrenatural que resulta de la acción libre del espíritu. Este tipo de sobrenatural, aunque habitando fuera del mundo considerado como real, encontraba natural aceptación en la imaginación de todos los hombres.

Pero no acaban allí los significados de la palabra maravilloso: el sentir académico ha recogido la idea popular de que maravilloso es todo hecho o cosa fuera de lo común que provoca admiración . En esta definición, lo maravilloso se presenta como exterior al sujeto, formando parte del mundo objetivo, real. Pero si se la analiza con detención, aparecen claramente en ella dos elementos: en primer lugar, el hecho insólito, exterior, real; en segundo lugar, un sujeto con capacidad de admiración. No basta, por lo tanto, para calificar a un hecho de maravilloso su característica de ser poco común; esta designación no cabe si ante él permanecemos indiferentes; para poderlo clasificar como tal, debe sentir el espectador al contemplarlo un movimiento positivo del ánimo: la admiración. Pero ésta no representa una simple apreciación intelectual, no es una manifestación puramente valorativa; debe consistir en una impresión profunda que abarque la totalidad del espíritu, un suspenso del ánimo, que resulta inundado por lo que contempla, un estado, en fin, de completa exaltación. Esta agitada presencia interior da a lo maravilloso su verdadero carácter; lo meramente pintoresco, lo inesperado, lo nuevo, cuando no poseen dicha característica, no se incluyen en el dominio de lo maravilloso.

Si analizamos los dos aspectos que presenta el fenómeno en estudio vemos que, tanto en el primero -donde es libre creación de la fantasía- como en el segundo -donde es presencia interior de un objeto del mundo real- siempre el papel fundamental lo desempeña el sujeto; en ambos casos lo maravilloso es una exaltación total de los componentes espirituales del ser, una entrega absoluta sin reservas.

Esta tradicional significación de lo maravilloso se ha enriquecido considerablemente en el mundo moderno; más bien dicho: el conocimiento de ese curioso fenómeno ha avanzado de modo notable en profundidad y en extensión; han aparecido sus detalles, tenemos idea de su estructura, hemos ampliado sus dominios. Desde el terreno del arte ha invadido todas las actividades humanas. Ha abandonado su antigua ubicación en el mundo de lo quimérico, lo irreal, para situarse plenamente en la realidad y hoy sabemos que lo maravilloso es un fenómeno que surge en el momento preciso en el cual el espíritu del hombre abandona su secreta habitación interior para incorporarse concretamente a la realidad.

Anatomía de lo maravilloso

Acabamos de mencionar los dos significados que se asigna a la palabra maravilloso desde épocas remotas. En estos dos significados están también resumidas todas las posibles manifestaciones de lo maravilloso en el presente. Hay casos en que se revela como acción de la fantasía libre, sin aparente conexión con lo externo; se trata de lo maravilloso como creación; en otros, es la totatilad del espíritu la que se enfrenta con un elemento exterior estableciendo con él una conexión exaltada: aquí lo maravilloso aparece como descubrimiento. Estos dos aspectos fundamentales, raramente se muestran en forma pura, más frecuentemente se mezclan o ensamblan de modo tal que bien puede decirse que en todo fenómeno maravilloso participa a la vez el factor de creación y el de descubrimiento.

Lo maravilloso como trascender del individuo

El fenómeno que parece esencial en el proceso de lo maravilloso es el impulso de trascender de los límites individuales, de exteriorizarse: el sujeto quiere proyectar su espíritu hacia el mundo real. En el caso de la fantasía creadora, aparece claramente la intención de exteriorizar el mundo mítico o de convertir en objeto real el producto de la elaboración interior. Cuando en lo maravilloso prevalece el factor descubrimiento, parecería que el motivo exterior desempeña el papel fundamental; pero en realidad constituye sólo un pretexto: el proceso se desarrolla esencialmente en el sujeto; el estado de exaltación, de arrobamiento, el impulso del espíritu hacia el objeto, dan, en este caso, su verdadero sello a lo maravilloso. El objeto representa tan sólo el pretexto utilizado por el sujeto en su necesidad de trascenderse.

La exteriorización del sujeto, es, pues, el acto concreto que conduce a lo maravilloso, sea que utilice para ello un pretexto exterior, y entonces se denomina descubrimiento, sea que resulte de un acto puro del espíritu en el que éste inventa ago hasta entonces no conocido. Esta creación pura se incorpora al mundo como realidad concreta, sea en forma de acto de vida, sea como producto artístico, sea como mito.

El momento en que lo maravilloso se incorpora a la realidad es aquel en que puede ser aprehendido por los otros. Este manifestarse a los otros constituye el sello inconfundible de que lo maravilloso ha completado su ciclo, ha logrado realizarse plenamente.

La necesidad de trascender aparece, pues, como característica fundamental de lo maravilloso; pero se trata de un trascender que arrastra tras sí al individuo, sin abandonarlo jamás. El individuo es marca indeleble que queda en lo maravilloso; después podrá éste pasar a ser patrimonio de todos, pero mientras perdure en su condición de tal, contendrá en sí al espíritu que lo ha engendrado. Si este espíritu lo abandona o se pierde, el objeto deja de ser maravilloso; entonces se petrifica y se confunde con el mundo convencional, adquiere la inmóvil trivialidad que caracteriza a los objetos de este mundo.

Que lo maravilloso contenga al individuo parece una limitación, pero es en realidad su fuerza: contiene aquella parte del individuo que ansía ser universal, su aspiración máxima; su deseo infinito, y esto sólo puede darse de modo concreto en la unidad, en lo individual.

Lo maravilloso como aspiración hacia un arquetipo

Si analizamos el impulso que obliga al individuo a trascenderse, observamos que es una necesidad que lo lanza sin tregua hacia lo desconocido, lo nuevo. Una vez poseído lo que ansía, el espíritu lo abandona para lanzarse más allá y cuando las puertas de lo desconocido en lo externo aparecen cerradas busca en su interior lo nuevo para proyectarlo en el mundo. Parece que buscara algo inalcanzable con que completarse a sí mismo, algo situado en un camino concreto pero cuya meta fuera infinita. Presa de una avidez sin límites el espíritu parte de sí mismo buscándose a sí mismo. Se busca en la infinidad del espacio y del tiempo; persigue su yo ideal que encuentra confundido con el universo. Marcha hacia su arquetipo que es, en último extremo, sólo un realizarse sin término. En ese trascender del individuo se procura de su modelo ideal, se comprueba que la imagen esencial de tal modelo yace en la propia intimidad del sujeto, pero que no adquiere existencia mientras no se realice en una forma exterior.

El fundamento de lo maravilloso está en esa aspiración hacia un modelo infinito y concreto al mismo tiempo, real y fluente, reconocible ante todo por la intensidad de la exaltación interior. El proceso de lo maravilloso es una marcha sin término, y en ella se resume toda la historia del hombre, su camino específico como ser que existe. Su traducción en la historia podría denomonarse progreso, es decir un avance interminable, una sed, que no se apaga, por lograr la posesión de la realidad, que le significa realizarse plenamente en su condición de hombre; porque conquistar la realidad equivale, como ya dijo Espinosa (1), a conquistar la perfección.

La concepción de modelos ideales prospectivos trae al pensamiento inmediatamente, la idea de Dios. Pero la concepción teísta, al inmovilizar el modelo ideal prospectivo, al petrificarlo, detiene el impulso del hombre hacia él. Dios es para la religión un ser de independencia absoluta, y, estando en sus manos la suma de perfección, nada queda al hombre por alcanzar. Este último aparece, entonces, rodeado de una inmensa nada en la que su infinita pequeñez no tiene salida. El impulso hacia lo maravilloso es destruido por la religión. El hombre queda reducido a su angustiosa soledad sin esperanza y todos los galimatías religiosos no lo podrán curar de esa desconexión con el universo. Lo maravilloso, en cambio, le enseña la salida de su soledad de individuo, le hace participar en las cosas del mundo, le descubre su unidad con el cosmos. Los modelos ideales prospectivos son alcanzables infinitamente, porque están a la vez dentro y fuera del hombre.

Relaciones entre lo maravilloso y lo real

Guiado por lo maravilloso el espíritu no busca lo desconocido en un mundo vacío sino que lo hace en la misma realidad aparente que lo rodea. La realidad sensible en un velo detrás del cual está lo desconocido. El objeto elegido puede ser cualquiera, lo esencial está en el espectador que lo sacude, que arranca su máscara inmóvil y descubre su camino infinito; entonces el objeto se entrega a la imaginación en un sometimiento que aspira a ser fecundado. Así, de objeto común se convierte en extraordinario y lo cotidiano deja paso a lo insólito. Estas características fueron las que sorprendieron como más llamativas a los primeros investigadores de lo maravilloso; por ello se le confundió con lo sobrenatural; pero lo maravilloso quiere ser lo verdaderamente natural, por oposición a la realidad convencional que es tan sólo lo falsamente natural. La conquista de lo maravilloso se convierte en definitiva en la conquista de la realidad, pero de la realidad absoluta y última. Los llamados positivistas, no admiten más que la realidad convencional, es decir la apariencia perecedera y transitoria; quieren vivir el instante real, que es inasible porque se convierte inmediatamente en pasado; así construyen un sistema de realidades muertas, que, al estar petrificadas, dan la ilusión de la permanente. Adorando ese gran cementerio en descomposición, fabrican estatuas, símbolos de una realidad inmóvil de espaldas a lo futuro,a lo que fluye infinitamente. Si se volvieran repentinamente, descubrirían que toda realidad poseída descubre una nueva realidad por poseer, y así en escala inagotable. La sed de lo maravilloso es, en definitiva, una sed insaciable de realidad (2)



Ilustración de Toyen


El principio de libertad como condición fundamental de lo maravilloso

El fenómeno del azar

Una aparente indeterminación rige el destino de lo maravilloso. No hay norma exterior que determine su impulso, supeditado siempre a la libre elección. Sólo aquel factor exterior que esté de acuerdo con la esencia íntima del espíritu permitirá la aparición del fenómeno. La libertad es, por lo tanto, condición imprescindible en la conquista de lo maravilloso; libertad en pugna con el mundo de lo determinado, de lo convencional. Ella brota, según el concepto de Schelling, del propio interior del sujeto "conforme a la ley de identidad y siguiendo una necesidad absoluta, que es también la libertad absoluta; pues sólo es libre lo que actúa de acuerdo con su esencia propia sin ninguna otra determinación ni exterior ni interior" (3).

En relación con el principio de libertad se encuentra el fenómeno del azar, que sitúa al espíritu libre frente a lo aparentemente inesperado. El azar, como dice Emile Borel (4) "no es la negación de la ley, sino la revelación de nuestra ignorancia de ciertas leyes". Al valorizar el fenómeno del azar como fuente de lo maravilloso, el espíritu reconoce en él la existencia de leyes más profundas, todavía no accesibles a la razón. El azar nos coloca en el camino de todos los grandes descubrimientos; representa la derrota de lo previsto, de lo convencional y nos conduce de la mano al gran universo de lo desconocido. El azar nos acecha a cada paso, pero sólo cuando el espíritu está preparado para reconocerlo, aparece el hecho maravilloso y desde entonces el mundo se transforma. Para reconocerlo, nuestros ojos deben estar cargados de deseo, nuestro espíritu, alerta, en estado de grave expectación, pues ya lo dijo lúcidamente Heráclito: "Si no esperáis lo inesperado no lo encontraréis". En lo maravilloso el azar adquiere una importancia que podría definirse invirtiendo la "ley única del azar", enunciada por Borel, que dice: "Un acontecimiento de probabilidad suficientemente pequeña, debe considerarse prácticamente como que no se producirá jamás". En lo maravilloso la ley sería: "El espíritu debe estar preparado exclusivamente para recibir los casos de probabilidad muy pequeña". Esta ley de lo maravilloso abre las puertas al progreso infinito.

Dialéctica de lo maravilloso. Oposición del mundo convencional al mundo maravilloso

Vivimos en un mundo mágico, pero hemos perdido la capacidad de verlo. Desde temprano se nos enseña a construir una realidad convencional, se nos imparten normas de vida convencionales, detrás de las cuales se oculta lo verdadero que nos rodea. Lo maravilloso habita el mundo circundante, está al alcance de nuestras manos pero no podemos verlo: nos lo impiden el cúmulo de inhibiciones que constituyen el mundo convencional. Se establece así la oposición entre ambos mundos: el convencional y el maravilloso, que se traduce por una lucha enconada en el terreno de la sociedad y del individuo mismo. Lo maravilloso, al orientarnos hacia lo desconocido significa el riesgo, la incertidumbre, la inseguridad. Lo convencional, en cambio, al limitarnos, al trazarnos rumbos, nos da seguridad. Ambos representan, pues, visiones opuestas y en lucha permanente. El mundo convencional ha organizado la realidad para el vivir cotidiano sobre la base de la seguridad, de la eliminación del riesgo, la incertidumbre y lo fortuito: para lograrlo, encierra al hombre en una jaula a cuyos monótonos decorados llama mundo real y designa con el nombre de libertad la posibilidad de moverse dentro de sus estrechos límites. El principio de lo convencional invade todos los terrenos, incluso el de lo maravilloso, y utiliza para sus fines el mecanismo de petrificación. Procede en el dominio del conocimiento petrificando las hipótesis y entonces las transforma en dogmas, y en el dominio de lo maravilloso petrificado los mitos con los que obtiene la religión.

Así el mundo convencional, al intentar dar una seguridad al mayor número de seres, al congelar el fluir inagotable del conocimiento y de la creación del hombre, se convierte en el mayor enemigo de lo maravilloso. Situado en ese mundo convencional transcurre la existencia del hombre, en la cual todo está previsto, salvo la incertidumbre por el propio subsistir. Se traslada lo incierto al plano angustioso de la lucha por la vida y cierran al hombre todas las rutas de la imaginación. La consigna del mundo convencional es subsistir a cualquier precio y así adquiere el derecho a una vida sórdida. Pierre Mabille (5) ha expresado agudamente la urgencia de fugarse en lo maravilloso: "El hombre quiere ser sustraído a las condiciones sórdidas de la vida cotidiana para ser transportado a un mundo tallado a la medida de sus deseos".

En verdad la idea de fuga de la realidad no es la que expresa exactamente el impulso de lo maravilloso; éste es un movimiento positivo, su mecanismo es natural en el hombre y se lo encuentra en toda su pureza en el niño y el primitivo. La imposición de lo convencional aparece gradualmente y empuña para dominar, la necesidad de subsistir. Se establece entonces la lucha entre la vida sórdida y la vida maravillosa; la inseguridad que significa esta última doblega paulatinamente al hombre, que llega en distintas épocas a una autodestrucción de lo maravilloso. En el artista, el revolucionario, el hombre de ideales, suele observarse este proceso. Giorgio de Chirico, explorador en su juventud, de lo maravilloso, renuncia y abomina de él más tarde. El mismo camino han seguido muchos revolucionarios convertidos en reaccionarios. Otros individuos, ahogados por la sordidez de lo convencional, han seguido el camino opuesto y un día han sacudido su mundo cotidiano para sumergirse en lo maravilloso: es el caso de Gauguin. Lograr la conservación del mecanismo de lo maravilloso desde la niñez hasta la edad madura representa una de las luchas más cruentas en la existencia del hombre. El individuo común abandona inmediatamente sin lucha, el hombre de excepción, entre los que resalta el artista, trata de escapar perseguido por toda la sociedad. En esa fuga utiliza todos los subterfugios, cuando en la lucha directa peligra su existencia. Otras veces lo vence la miseria, la locura, el suicidio, castigos que utiliza la sociedad contra el audaz que persiste en el sueño de todo ser humano hacia su plena realización.

La ocultación de lo maravilloso ha sido el recurso habitual utilizado por el hombre. Así surgieron las doctrinas secretas, las sectas ocultas, la enseñanza hermética. Pero la lucha contra el mundo convencional, ha sido más directa en muchos casos. Generalmente ha tomado la forma del humor, desarrollando entonces su más aguda agresividad. En Swift, en Lautréamont, en Kafka, se encuentran esquematizados estos distintos tipos de humor agrio, revelación de la lucha contra la realidad convencional en la que enarbolan su haz de sueños, sus deseos de un mundo mejor. En el curso de la primera guerra mundial apareció en Zurich el primer movimiento organizado en contra de la realidad convencional, se llamó movimiento Dadá y sus consecuencias fueron fecundas, en muchos sentidos, en pro de una liberación del hombre. De él surgió el surrealismo, que además de la posición negadora de lo convencional, tomó una posición positiva de defensa de lo maravilloso. Paralelamente al surrealismo otros grupos de artistas sufrieron fecundamente la influencia de Dadá.

En filosofía la lucha más violenta contra el mundo convencional fue conducida por Nietszche.

Lo maravilloso es a la vez individual y universal

La universalidad es característica de lo maravilloso, pero entendida como que todos los hombres poseen específicamente el mismo impulso, el cual es universalmente comunicable. Comunicabilidad significa posibilidad de expresión y no debe confundirse con comunidad del impulso. Lo maravilloso es individual en su esencia y universal en sus resultados.

Lo maravilloso debe entenderse referido siempre a la unidad hombre y lo universal a la suma de unidades hombres que participan en determinado momento. El proceso de lo maravilloso se realiza específicamente en cada hombre y en los grandes movimientos colectivos orientados hacia ese fin la apariencia de comunidad la da el hecho de que lo maravilloso constituye un proceso extraordinariamente contagioso. Podría comparársele a una llama que encendiera al mismo tiempo la porción combustible de todos los individuos. Visto de lejos aparece entonces como una inmensa hoguera, pero al aproximarse resultan una multitud de llamas individuales, con infinidad de matices diversos. Por eso no participo de la opinión de Mabille que considera a lo maravilloso colectivo como lo fundamental y a lo maravilloso individual sólo como una debilitación o degeneración. Sólo existe lo maravilloso individual que tiene, eso sí, una tendencia irresistible a la comunicabilidad, a la contagiosidad, que alcanza frecuentemente a exaltar con la misma intensidad a todos los miembros de una comunidad, pero en la cual cada uno responde al llamado encendiendo la propia llama en la que arde su auténtico yo. No existe fusión de impulsos sino suma, y en esa verdadera armonía sinfónica, el oído alerta puede reconocer las distintas voces unidas apasionadamente para dar el gran espectáculo del concierto universal. Para contribuir al lenguaje común de lo maravilloso, ha surgido el mito, expresión simbólica de esa aspiración.

Lo maravilloso ha participado así, de modo fundamental, en la creación de los mitos y leyendas. El folklore representa la tendencia popular en ese sentido. En el mito el mundo de lo maravilloso adquiere una organización coherente supeditada al espíritu creador del hombre. En esta forma lo maravilloso adquiere validez universal, se fija en símbolos y se convierte en comunicable.

La aspiración hacia lo maravilloso ha creado su propio mito donde logra su expresión simbólica. Este mito se repite en todas las tradiciones legendarias. El símbolo de la búsqueda de lo maravilloso aparece en la leyenda griega del vellocino de oro y en la germánica del anillo de los Nibelungos. La literatura oriental nos ofrece el símbolo de la lámpara de Aladino y las leyendas cristianas medievales, el Santo Graal. Ejemplos similares se encuentran en todas las tradiciones religiosas, en la obra de los iluminados y los místicos, en los poetas y escritores fantásticos. Los alquimistas simbolizaron lo maravilloso en la piedra filosofal. Pero el símbolo más perfecto se descubre en la leyenda griega del laberinto, donde todas las condiciones del proceso de lo maravilloso están dadas: el minotauro representa el mundo de convenciones que nos impide alcanzar lo maravilloso, el laberinto es el espectáculo del misterio en el que tenemos que penetrar y que desconcierta a nuestra razón; en el hilo de Ariadna reconocemos la ligadura que al lanzarnos a lo desconocido nos mantiene unidos a nuestra propia individualidad. Ícaro es el ejemplo de la búsqueda de lo maravilloso por el falso camino de Dios: el sol-Dios destruye al hombre que se acerca a él.

Hemos visto cómo el carácter universal de lo maravilloso está dado por la suma de momentos simultáneos y por la utilización de un lenguaje común que se ejemplifica en los mitos. En los grandes movimientos colectivos revolucionarios, lo maravilloso se revela como agresión contra la realidad convencional, como el deseo primitivo y desordenado, de espíritus no preparados, de destruir la vida sórdida. Es la gran sed de lo maravilloso oprimida durante siglos, que se despierta tumultuosa y se lanza a destruir a sus opresores; actúa de modo ciego, confundiéndolo todo hasta llegar a destruirse a sí misma y a sus propios símbolos. El acto de lo maravilloso, se cumple, pues, de modo concreto en el individuo, aunque la tendencia a lo maravilloso, siendo específica del hombre tiene un valor universal. La utilización de un lenguaje común, de símbolos de validaz general, crea el peligro de la petrificación de estos símbolos, produciéndose entonces el fenómeno religioso. En este momento el símbolo corta su unión con el hombre y se independiza para formar parte del rígido mundo convencional. La religión constituye una desviación de lo maravilloso que tiende a anularlo. La necesidad de trascender del hombre origina en primer término la idea de Dios, que está expresada exactamente en la definición que dio Feuerbach: "Dios es la proyección del hombre en el infinito". Después el símbolo Dios se independiza del hombre y lo somete, aniquilando en él toda posibilidad de trascender, anulando su capacidad creadora, convirtiendo su orgullo en humildad. Le habla de libre albedrío, y al mismo tiempo le impone normas rígidas, amenazándole con horrendos castigos si se separa de ellas.

El instrumento de lo maravilloso

La imaginación es el motor de lo maravilloso que impulsa al espíritu, como totalidad, a trascenderse. Mientras la imaginación elabora los materiales interiores que han de producir lo maravilloso y queda recluída en los límites del individuo se produce el fenómeno del sueño o el ensueño. Hasta ese momento no existe lo maravilloso. Los productos de su elaboración deben trascender para dar lugar al fenómeno. El sueño que no se realiza no contiene lo maravilloso. Este nace en el momento en que el sueño se incorpora a la realidad, se hace concreto y puede ser aprehendido por otros. Al trascender de los límites del individuo lo maravilloso nace para el mundo. Representa la necesidad de retornar a la sustancia madre de las antiguas cosmogonías (6).

La razón juega un papel pasivo en el proceso de lo maravilloso; carece de la videncia que le permite caminar en la gran oscuridad de lo desconocido; carece de la capacidad de vuelo, de creación. Su misión es ordenar lo conquistado por la imaginación, fiscalizar, a veces, el gran torrente irracional que descubre y crea.

Lo maravilloso es específico del hombre

La exaltación total de las potencias del espíritu, el esfuerzo por trascender del individuo en la dirección de modelos ideales perfectos, la conexión simpática con el resto del universo, que hemos considerado características de lo maravilloso, son atributo exclusivo del hombre; en ellas reside su capacidad de crear y de descubrir, de penetrar la realidad y de fecundarla. Los elementos de la razón se encuentran, aunque en forma rudimentaria, en el resto del reino animal; el sentido de lo maravilloso es exclusivo del hombre; por él se individualiza como especie, se eleva a la más alta jerarquía viviente, revela su esencia divina. La conquista de lo maravilloso significa la conquista de su propia calidad humana, en pugna con los elementos contradictorios que tiendan a animalizarlo.


Lienzo de Yves Tanguy

DISTINTOS ASPECTOS QUE SE VINCULAN CON LO MARAVILLOSO

Lo maravilloso y lo desconocido

Lo maravilloso y lo desconocido no son conceptos equivalentes. Aunque el campo de acción de lo maravilloso está en lo desconocido, éste tiene en nuestro caso una acepción distinta de la corriente. El mundo convencional es complejo y vasto y algunas de sus zonas pueden aparecer oscuras en determinado momento para nuestro espíritu. Ese señor, cuyo tafanario se apoya delicadamente en un banco de la plaza, es desconocido, pero su contemplación no despierta en modo alguno el mecanismo de lo maravilloso. Para que lo desconocido despierte el impulso de lo maravilloso, debe determinar en el sujeto aquella exaltación que constituye su sello inconfundible. Sin embargo, en ocasiones, lo desconocido, por su carácter de novedad, tiene una fuerza de sorpresa que a primera vista puede inducir a confusión. Pero la diferencia surge cuando nos acercamos, pues, cuando no se trata de lo maravilloso, vemos cómo, en un instante, se torna conocido, archisabido, incorporándose de un salto a su mundo, el mundo de lo convencional. La decepción sustituye, entonces, a la sorpresa; la exaltación falta.

Pero lo maravilloso puede dejar de serlo: es el acto por el cual lo desconocido se transforma gradualmente en conocido y se incorpora al mundo convencional; por este hecho se explica la antigua tendencia a conservar secreto el descubrimiento de lo maravilloso (doctrinas y sectas herméticas), para mantenerlo alejado de la contaminación de aquellos enemigos que tienden siempre a petrificarlo, a vaciarlo de contenido. Otra razón es que lo maravilloso tiene tendencia natural a agotarse, de ahí la constante necesidad de renovación, la sed inagotable de novedad que manifiesta.

Lo verdaderamente desconocido nos rodea por todas partes, flota inconmensurable detrás de la cortina de lo cotidiano. Cada cosa conocida oculta, detrás de sí, un mundo por conocer donde habita aquel misterio que despierta la estupenda avidez del espíritu. Basta correr la cortina de lo convencional y nos encontramos sumergidos en un mundo maravilloso que no tiene horizontes, un mundo que se confunde con los sueños del hombre, donde transita libremente la esperanza. Es un mundo que espera el impulso que no se detiene, la aspiración infinita y les ofrece la probabilidad de materializarse. Así, impregnando la realidad que nos rodea, penetrándola y aniquilándola, casi al alcance de nuestros dedos, está lo maravilloso cotidiano.

Relaciones de lo maravilloso con lo enigmático

Lo enigmático es aquello cuyo sentido nos parece oscuro y difícil. Se dirige solamente a ña comprensión, al mecanismo racional. Es el hecho oscuro para el entendimiento, pero que no arrebata; pone exclusivamente en juego el mecanismo de la razón; la totalidad del ánimo queda, por lo tanto, excluída; el factor de exaltación falta. Lo maravilloso, en cambio, no excluye la razón, pero en el momento en que surge, aquélla queda suspendida, el espíritu se conmueve como totalidad confundiéndose en apasionado contacto con el hecho maravilloso. En el lenguaje popular se suele confundir lo enigmático con lo misterioso. Nada más erróneo: lo enigmático nada tiene que ver con lo misterioso, su esencia es fundamentalmente lúdica, considerando el juego como eutrapelia, como distracción intrascendente o, a lo más, como recurso intelectual del cual se excluye todo asomo de emoción, de fervor.

Relación de lo maravilloso con lo misterioso

Lo misterioso podría, quizá, definirse como la quintaesencia de lo enigmático, su extremo límite. Comprende lo totalmente inaccesible a la razón. Su dominio está por lo tanto en la esfera de lo irracional, fuera de la comprensión consciente. En la religión se llega a él por la fe, pues su comprensión está sólo al alcance de la mente de Dios, es racionalmente inaccesible al hombre. En el universo que nos rodea, aparece el misterio laico totalmente opuesto al misterio religioso: está constituído por el vasto dominio en el que la mente humana todavía no ha penetrado. En ese dominio actúa lo maravilloso. De aquí se deduce que las relaciones entre el misterio y lo maravilloso son estrechas. El misterio es exterior al yo, es el mundo inexplorado y secreto.

En el umbral de ese mundo se detiene la razón, pero la imaginación avanza y penetra. En contacto con el corazón del misterio surge lo maravilloso, unión del espíritu y el universo secreto. Entonces lo oscuro se torna claro.

Los poderes irracionales del espíritu guiados por la imaginación toman contacto con lo misterioso a favor de los nombres más diversos: adivinación, intuición, fe, etc. Sólo en el clima del misterio nace lo maravilloso. Pero sólo en el misterio laico. El misterio religioso es totalmente inaccesible al hombre, el misterio laico es sólo transitoriamente inaccesible a la razón.

Lo maravilloso constituye, pues, la iluminación del misterio. Su claridad es tal que, a quienes lo experimentan ya desde antiguo se les llamó iluminados. El acto de penetrar en el misterio es un acto verdadero del conocimiento.

El misterio ha sido siempre motivo de exaltación y se lo consideró en toda época territorio de pocos elegidos; se pensó que penetrar en él con otras armas que no fueran las de lo maravilloso, era profanación. Los ritos secretos en los que se daba la investidura de iniciación formaron los misterios antiguos entre los cuales se destacó el de Eleusis. La iniciación permitía entrar en el mundo del misterio que era el mundo de la sabiduría. El objeto de estos misterios era "llevar las almas a su principio, al estado primitivo y final" (7).

Relación de lo maravilloso con lo milagroso

El milagro representa una subversión de las leyes naturales, cuyo origen está en Dios, fuerza exterior al hombre. Este último no participa en el milagro, simplemente lo soporta, y al simbolizar el milagro el poder creador, desplaza definitivamente al hombre de tal poder. El milagro altera la ley porque proviene de una voluntad arbitraria, sin ley. Lo maravilloso, en cambio, reconoce una ley y quiere descubrirla. El milagro es sobrenatural, lo maravilloso natural. Esta última afirmación parece paradójica si se tiene en cuenta el carácter de extraordinario, de insólito, que hemos admitido para lo maravilloso. Pero se comprenderá fácilmente si se recuerda que escapa a lo común en cuanto no pertenece al mundo de lo convencional, con el cual la gente se maneja en la vida diaria, pero es natural en cuanto obedece a las grandes leyes de la naturaleza y se mantiene en el plano de la armonía cósmica.

En resumen: en el milagro el hombre queda sometido, el poder creador corresponde a Dios; lo maravilloso devuelve este poder al hombre. Mientras lo milagroso empequeñece al ser humano, lo maravilloso lo agranda.

Relaciones de lo maravilloso con lo fantástico

Lo fantástico abarca las creaciones del espíritu que no tienen realidad. La imaginación totalmente libre, lanzada a la invención de cosas y seres totalmente irreales, recibe el nombre de fantasía. Esta actúa directamente contra el mundo convencional, creando un mundo ideal que lo supera; a la sordidez de lo cotidiano opone la elevación de lo fantástico. En esta lucha dialéctica con el mundo convencional está el momento en que la fantasía toca lo real. Cuando el misterio no se presenta espontáneamente, la fantasía lo crea. Pero nunca la fantasía está totalmente desvinculada de las cosas, siempre sigue las grandes leyes secretas que el espíritu presiente. Las expresa de un modo simbólico. Así surgen las leyendas y los mitos en los que se expresa un conocimiento arcano. Siempre lo fantástico, cuando participa de lo maravilloso aspira a exteriorizarse en el mundo real, a mezclarse con él.

El término fantástico, de uso casi exclusivo en literatura, ha servido últimamente para encubrir y jerarquizar una especie literaria de intención modestamente eutrapélica, cuya manifiesta intrascendencia, nada tiene que hacer con lo maravilloso. Día a día esas características se han acentuado, de modo tal que hoy se designa con el nombre de literatura fantástica una suerte de relato pretencioso y pobre, fabricado con recetas de la baja cocina literaria, que pretende demostrar la nadería de lo maravilloso, al ofrecernos un producto desmañado y sin fervor.

Relaciones de lo maravilloso con el sueño y el ensueño

Desde tiempos remotos se supuso que los sueños están en contacto con el mundo invisible; de ahí su prestigio vaticinador que las antiguas doctrinas secretas aceptaban.

En el mundo moderno Freud ha efectuado el análisis de los sueños, proclamando su carácter simbólico -ya antes aceptado- y su significado como expresión de los deseos reprimidos. Siendo el deseo en su sentido general el germen donde nace lo maravilloso, el sueño -como la fantasía y el ensueño- expresa la lucha contra la realidad convencional, la búsqueda de nuevas formas de realización.

DIVERSAS EXPRESIONES DE LO MARAVILLOSO

Se encuentra la marca de lo maravilloso en toda actividad humana que revele una búsqueda trascendente, y ésta aparece cada vez que la actividad del hombre se manifiesta en el sentido del conocimiento o la creación.

Cuando la necesidad de trascender toma el sentido del conocimiento, lo maravilloso penetra en el marco de la ciencia. El aparente predominio de lo racional en la ciencia moderna, el menosprecio que ésta manifiesta hacia los factores irracionales de conocimienti sugieren la idea errónea de que lo maravilloso queda excluído de sus dominios. Es un error; ya Pierre Mabille (8) hizo resaltar la combinación de maravilloso e imaginación exaltada que revelan las hipótesis científicas.

En las matemáticas es donde aparece más claro el proceso de lo maravilloso. Basta recordar el pensamiento de los matemáticos para comprobarlo. Dedekind definió a ños números como libres creaciones del espíritu humano y para Cantor la esencia de las matemáticas es la libertad. El pensamiento lúcido de Novalis se anticipó a estas revelaciones cuando exclamó: "El álgebra es la poesía".

Las matemáticas modernas, desde Cantor, han demostrado un predominio de la imaginación que parecería alejarlas de la realidad. El paseo de Cantor por el infinito, las teorías de los números irracionales e imaginarios parecen expresar la fuga del mundo concreto; sin embargo, nada ha hecho avanzar con más velocidad la ciencia que la fantasía de los matemáticos. De instrumento práctico, de medida del mundo convencional, las matemáticas se han convertido en vehículo hacia lo desconocido y en símbolo de lo maravilloso.

Además de la exploración de lo desconocido, las matemáticas han demostrado poseer el secreto de la belleza: la diagramación de las fórmulas algebraicas efectuadas entre otros por François Le Lionnais (9) han producido formas de sorprendente belleza que igualan o superan las fantasías abstractas de los artistas modernos.

Cuando la necesidad de trascender toma el camino de la creación surge el arte, donde lo maravilloso ha encontrado siempre refugio seguro, donde se expresa directamente y en su máxima pureza. Ha sido especialmente y desde antiguo la literatura la que más ha utilizado el procedimiento de lo maravilloso. La poesía ofrece las máximas posibilidades de expresión, al encontrar en la imagen un instrumento de riqueza inagotable.

Las artes plásticas han ido liberándose de su encadenamiento al mundo convencional hasta llegar, en la pintura moderna, a demostrar posibilidades de expresión de lo maravilloso equiparables a las de la poesía.

En el pensamiento especulativo se combinan conocimiento y creación; la doctrina filosófica que expresa lo maravilloso es el monismo dialéctico, en el cual aparece a plena luz la corriente filosófica que inspiró el pensamiento hermético de la magia, sintetizado en el concepto de la triunidad (emanación de la unidad en los opuestos y síntesis con retorno a la unidad). El monismo de Spinoza y la dialéctica, que evoluciona desde Heráclito, Platón, pasando por Nicolás de Cusa, Giordano Bruno hasta alcanzar en Hegel su pleno desarrollo, han formado esta corriente moderna de especulación que contiene plenamente lo maravilloso al revelar la unidad del cosmos y el misterio de las transformaciones.

En lo social el impulso de lo maravilloso ha conducido primero a los ensueños de los utopistas: Platón, Tomás Moro, Campanella, Saint-Simon, Fourier. La aplicación del método dialéctico ha revelado a Marx el secreto de la historia y la evolución del hombre como ente social. Hoy el socialismo científico condensa y polariza todos los esfuerzos de lo maravilloso hacia un mundo mejor.

El vivir maravilloso

En la extraña frase de Píndaro, "La vida es sólo el sueño de una sombra", se expresa de modo magnífico, todo lo que la vida promete y no se cumple. La vida resulta así una permanente frustración y no depende esto de su fugacidad, pues el tiempo es fugaz en cuanto ningún tiempo alcanza para que el hombre se realice. Lo maravilloso nos impulsa a que la vida sea un sueño que se concrete.

El margen para lo maravilloso que da el mundo convencional es el amor y éste constituye el centro de acción de lo maravilloso en la vida: he aquí que surge de la gran sombra infinita y avanza la mujer. En sus ojos brilla el misterio condensado; a su paso todo vibra y el espacio sufre la congoja insoportable de la expectación; de pronto, todo lo que vibra se suspende en un instante intemporal y el día se vacía de luz para darle paso. Ahora está al alcance de mi mano y miles de puertas se abren sigilosamente; la expectación deja de ser la dulzura imperiosa y se oye el rumor del gran torrente que avanza sin interrupción para terminar en el supremo derrumbamiento: el derrumbamiento diáfano.

Así se produce la transformación de la amada por obra del trascender maravilloso del amante. Esta es una trascendencia cuya más alta expresión se encuentra en los místicos y nadie la reveló con tanta perfección como Juan de la Cruz, ese gran místico del amor, en su "Noche oscura":

¡Oh noche, que juntaste

Amado con amada,

Amada en el amado transformada!

En donde la combinación de la noche -que obtiene el aniquilamiento del mundo exterior- y la enajenación de los sentidos (fenómeno que comparten el místico y el amante) logran la fusión del ser trascendido y del objeto amado que cumple la síntesis de lo maravilloso. Este mismo trascender del sujeto en lo real es la razón también del artista.

El vivir maravilloso exige la negación de lo cotidiano convencional, la rebelión ante la sordidez de la vida corriente; lanza al hombre en todas las aventuras, lo impulsa a lo desconocido, a la búsqueda del riesgo y del peligro. Se revela en el revolucionario político, en el heterodoxo religioso, en el disconforme de toda índole. En la literatura, el aspecto negador encuentra sus dos grandes representantes en Lautréamont y Kafka y más recientemente en Henry Miller y Antonin Artaud. A ellos se suman todas las voces negadoras que revelan su agresividad combativa, su ataque directo a la realidad convencional.

El vivir maravilloso exige una sola condición: la libertad de trascender, el respeto por la aspiración hacia sus moldes infinitos, la comprensión de que su esencia es constante renovación. La fuga de la realidad no es sino fuga de los esquemas muertos. La fuga de la vida es tan sólo fuga de la vida horrenda, sórdida, hacia la existencia plena, hacia la realización del destino humano. En el vivir maravilloso se cumplen las tres condiciones de la vida en su triple aspecto ético, estético y fáctico.

(Aparecido en «Ciclo» nº 2.   Buenos Aires, marzo-abril 1949, págs. 51-70)


(1) Espinosa en su Ética (Parte II, definición VI) expresa: "Por realidad y por perfección entiendo la misma cosa".

(2) El análisis del problema de la realidad superaría los límites de este trabajo y será estudiado con más detención en mis próximos "Ensayos sobre lo real".

(3) Schelling: La liberté humaine (Trad. francesa de Georges Politzer. París, 1926. Rieder).

(4) Emile Borel: El azar (Trad. española en Ediciones del Tridente. Bs. As. 1945).

(5) Pierre Mabille: "Le miroir du merveilleux" (Sagittaire, París, 1940).

(6) Ver en Hesíodo (Teogonía) y en Ovidio ("Las Metamorfosis", Libro 1º) cómo nacieron las cosas al diferenciarse en el seno de una primera sustancia indiferenciada: el caos.

(7) Ver Víctor Magnien: "Les Mystères d'Eleusis (Payot, París, 1938).

(8) Pierre Mabille: Ibídem.

(9) Ver François Le Lionnais: "La beauté en mathemátiques". Les Grands Courants de la Pensée Mathemátique. Cahiers du Sud. 1948