jueves, 23 de septiembre de 2010

VENDIMIARIO por Guillaume Apollinaire


[Hoy, 23 de septiembre, ha comenzado astronómicamente hablando el otoño y para celebrar el triunfo de los dorados y los ocres qué mejor poema que "Vendiamiario" de Apollinaire, uno de los mejores poemas que se han escrito en honor de la estación de la melancolía. Para consultar la biografía de Apollonaire pinchad aquí]


Hombres del futuro acordaos de mí
Yo viví la época del fin de los reyes
Uno tras otro morían silenciosos y tristes
Y triplicado su coraje convertíanse en trimegistos

Qué bella París a finales de septiembre
Cada noche era una viña donde los pámpanos
Derramaban su transparencia sobre la ciudad y en lo alto
Astros maduros picoteados por los pájaros ebrios
De mi gloria esperaban la vendimia del alba

Una tarde al pasar a lo largo de los muelles desiertos y sombríos
De regreso a Autevil escuché una voz
Que cantaba gravemente acallándose a veces
Para que se elevase también sobre las orillas del Sena
El lamento de otras voces nítidas y lejanas

Y escuché largamente todos esos cantos y clamores
Que despertaban en la noche la canción de París

Tengo sed ciudades de Francia y de Europa y del Mundo
Venid todas a verter en mi garganta profunda

Entonces vi que ya ebria en la viña París
Vendimiaba la uva más dulce de la tierra
Esos granos milagrosos que cantaron en las parras

Y Rennes respondió con Quimper y Vannes
Henos aquí oh París Nuestras casas nuestros habitantes
Estos racimos de nuestros sentidos que da a luz el sol
Se sacrifican para saciarte ávida maravilla
Te ofrendamos todos los cerebros los cementerios las murallas
Esas cunas colmadas de gritos que no escucharás
Y de la fuente al estuario nuestros pensamientos oh ríos
Los oídos de las escuelas y nuestras manos reconciliadas
De dedos extendidos nuestras manos campanarios
Y te ofrendamos además esta ágil razón
Que el misterio clausura como una puerta la casa
Ese misterio cortés de la galantería
Ese misterio fatal fatal de otra vida
Doble razón más allá de la belleza
Que no conocieron ni el Oriente ni Grecia
Doble razón de la Bretaña donde ola tras ola
El océano va poco a poco castrando el viejo continente

Y las ciudades del norte respondieron jubilosas

Oh París henos aquí vivos licores
Ciudades viriles donde parlotean y cantan
Los santos metálicos de nuestras santas fábricas
Nuestras chimeneas al cielo abierto engrasan los nubarrones
Como una vez el Ixion mecánico
Y nuestras manos incontables
Factorías manufacturas fábricas manos
Donde los obreros desnudos semejantes a nuestros dedos
Fabrican en efectivo a tanto la hora
Todo eso te damos

Y Lyon respondió mientras los ángeles de Fourvières
Tejían un cielo nuevo con la seda de las plegarias

Sáciate París con las divinas palabras
Que mis labios el Ródano y Saona murmuran
Siempre el mismo culto de su muerte renaciente
Aquí divide a los santos y hace llover la sangre
Afortunada lluvia oh gotas tibias oh dolor
Un niño ve abrirse las ventanas
Y ofrecerse racimos de cabezas de pájaros ebrios

Las ciudades del Mediodía entonces respondieron

Noble París única razón que aún vives
Que fijas nuestro carácter a tu destino
Y tú replegándote Mediterráneo
Partid nuestros cuerpos como se quiebran las hostias
Esos sublimes amores y su danza huérfana
Se convertirán oh París en el vino puro que amas

Y un estertor infinito que venía de Sicilia
Daba en un batir de alas significado a estas palabras

Las uvas de nuestras viñas fueron cosechadas
Y esos racimos de muertos cuyas semillas alargadas
Llevan el sabor de la sangre de la tierra y de la sal
Aquí están para tu sed oh París bajo el cielo
Obscurecida de nubarrones famélicos
Que acaricia Ixion el creador oblicuo
Y donde nacen sobre el mar todos los cuervos de África
Oh uvas y estos ojos apagados y familiares
El porvenir y la vida se aburren en esas parras

Pero dónde está la mirada luminosa de las sirenas
Engañó a los marinos que amaban a esos pájaros
Ya no revoloteará en el escollo de Escila
Donde cantan las tres voces suaves y serenas

El estrecho de pronto había cambiado el semblante
Rostros de carne de honda de todo
Lo imaginable
No sois sino máscaras sobre rostros maquillados

Él sonrió joven nadador entre las orillas
Y los ahogados flotando sobre su nueva ola
Huían perseguidos por las cantoras quejumbrosas
Dijéronle adiós al remolino y los arrecifes
A sus pálidas esposas inclinadas en las terrazas
Luego de haber emprendido el vuelo hacia el sol ardiente
Siguiéronles en la onda donde se sumergen los astros

Cuando regresó la noche nublada de ojos abiertos
Vagar hasta el paraje donde silbó la hidra este invierno
Y escuché de repente tu voz imperiosa
Oh Roma
Maldecir de un golpe mis viejos pensamientos
Y el cielo donde el amor guía los destinos

Los retoños de varas sobre el árbol de la cruz
Y hasta la flor de lis que muere en el Vaticano
Fermentan en el vino que te ofrezco y que tiene
El sabor de la sangre pura de aquel que conoce
Otra libertad vegetal de la cual
No sabes que es ésta su suprema virtud

Una corona de la tiara cayó sobre las losas
Los jerarcas la aplastan bajo sus sandalias
Oh esplendor democrático que palidece
Viene la noche real donde se sacrificarán las bestias
La loba con el cordero el águila con la paloma
Una turba de reyes enemigos y crueles
Sedientos como tú en la viña eterna
Se desprenderán de la tierra y vendrán por los aires
A beber de mi vino dos veces milenario

El Mosela y el Rhin se unen en silencio
Es Europa que reza noche y día en Coblenza
Y yo que me demoraba en el muelle de Autevil
Cuando a veces caían las horas como las flores
De la cepa a su tiempo escuché la plegaria
Que se unía a la claridad de estos ríos

Oh París el vino de tu país es mejor que aquél
Que se abre camino en nuestros bordes pero en los pámpanos del Norte
Todos los granos murieron de esta sed terrible
Mis racimos de hombres fuertes sangran en el lagar
Beberás en largos sorbos toda la sangre de Europa
Porque sólo tú eres noble y bella
Porque es en ti que puede Dios manifestarse
Y todos mis viñadores en esas bellas casas
Que a la tarde reflejan sus fuegos en nuestras dos aguas
En esas bellas casas nítidamente blancas y negras
Cantan tu gloria sin saber que tú eres la realidad
Pero nosotros líquidas manos que se unen para la plegaria
Nosotros guiamos hacia la sal las aguas aventureras
Y la ciudad entre nosotros como entre tijeras
No refleja durmiendo ningún fuego en sus dos aguas
De las cuáles algún lejano silbido a veces se eleva
Trastornando en su sueño a las muchachas de Coblenza

Las ciudades respondían ahora por centenas
Ya no distinguía sus palabras lejanas
Y Treves la ciudad anciana
Mezclaba a estas otras su voz
Concentrado en este vino el Universo entero
Que contenía los mares los animales las plantas
Las ciudades los destinos y los astros que cantan
Los hombres arrodillados en la orilla del cielo
Y el dócil hierro nuestro fiel compañero
El fuego que hay que amar como se ama a sí mismo
Todos los altivos difuntos que bajo mi frente son uno
El relámpago que brilla como un pensamiento que nace
Todos los nombres seis por seis los números uno a uno
Kilos de papel torcido como llamas
Y aquellos que sabrán blanquear nuestra osamenta
Los buenos versos inmortales que se aburren de paciencia
Ejércitos dispuestos para la batalla
Bosques de crucifijos y mis lacustres moradas
Al borde de los ojos de aquella que amo tanto
Las flores que de las bocas salen gritando
Y todo eso que no sé decir
Todo eso que jamás conoceré
Todo aquello todo aquello en ese vino puro transformado
Del que París tenía sed
Me fue entonces presentado

Acciones bellas jornadas sueños terribles
Vegetación acoplamiento músicas eternas
Movimientos adoraciones dolor divino
Mundos que os agrupáis y que se nos asemejan
He bebido de vosotros y no he sido saciado

Pero desde entonces conocí aquel sabor de universo
Ebrio estoy de haber bebido todo el universo
sobre el muelle donde veía la onda correr y dormir las balandras

Escuchadme soy el gaznate de París
Y si me place beberé aún del universo

Escuchad mis cantos de borrachera universal

Y la noche de septiembre se consumía lentamente
Morían las estrellas y apenas nacía la mañana
Se apagaban en el Sena los fuegos rojos de los puentes



"Otoño" por Giuseppe Arcimboldo