miércoles, 2 de marzo de 2016

"EL TERRITORIO INTERIOR DE YVES BONNEFOY" EN LAS DELICIAS SURREALISTAS

El territorio interior de Yves Bonnefoy: por una poética de la presencia

Hay poetas que deambulan por la vida con lámparas de nieve, que entre las frondas de la memoria excavan en el humus de un lenguaje arcaico, primordial, siempre imperfecto, extraño por su simplicidad, misterioso. Y es entonces cuando escuchamos la voz de una perplejidad que nos desarma:”A menudo, un sentimiento de inquietud me invade ante las encrucijadas. Me parece que en esos momentos, que en ese lugar o casi: ahí, a dos pasos sobre el camino que no tomé y del que ya me alejo, sí, es ahí donde se abre un país de una esencia más elevada, donde habría podido vivir y que ahora ya he perdido.” Se trata evidentemente de un territorio interior frecuentado una y otra vez por Bonnefoy. Y detrás oímos el susurro de Rimbaud (“La vida está en otra parte”) y la llama de Hölderlin (habitar poéticamente el mundo).



Nacido en Tours en 1923, Yves Bonnefoy realizó estudios superiores de matemáticas y filosofía y posteriormente de historia del arte, formando parte entre 1945 y 1947 del nuevo grupo surrealista a través de la publicación La Revolution la Nuit. Es autor de una extensa y singular obra en la que combina la práctica poética con los ensayos en prosa, y en la que destacan títulos como Del movimiento y de la inmovilidad de Douve (1953), Ayer reinante desierto (1958), Piedra escrita (1965), El territorio interior (1971), Relatos en sueños (1987), Principio y fin de la nieve (1991) o Las tablas curvas (2001). Igualmente ha realizado numerosas traducciones de Shakespeare, Yeats, Keats y Leoprdi, ha coordinado un imponente Diccionario de mitologías al tiempo que impartía clases magistrales en la cátedra de “Estudios comparados de la función poética” en el Colegio de Francia de París.

El núcleo central de su poesía -desarrollado en su primigenio y extraordinario Del movimiento y la inmovilidad de Douve- es una reflexión sobre el ser como presencia, y cuya única certeza existencial es la muerte. La muerte no como punto final, sino como la forma de ser de toda realidad y como fundamento de toda experiencia. Se trata de una especie de “teología negativa”, de mística materialista, que es para Bonnefoy “una teología de la tierra”, de la realidad visible y concreta, sometida a la temporalidad, a la finitud, lejos de cualquier idealismo trascendental y de toda formulación abstracta y conceptual. Habitar aquí y ahora, buscando el Verdadero Lugar de la impermanencia, a través de la destrucción de toda plenitud significativa, de toda perfección estética o formal del lenguaje. Y así Douve deviene en un personaje símbolo, cambiante, multiforme, que se destruye y se reconstruye con imágenes cegadoras para revelar el auténtico sentido de la realidad, buscando el “lugar y la fórmula” de las Iluminaciones de Rimbaud. 

De la mano del iconoclasta Piojo Eléctrico tendremos ocasión de acercarnos al territorio interior de Yves Bonnefoy el jueves 3 de marzo a las 20:30 horas en la librería la Delicia de Leer (c/ Juan Agapito y Revilla, 10). La devastación de Douve nos aguarda.



TEATRO

I

Te veía correr sobre terrazas,
Te veía luchar contra el viento,
El frío sangraba en tus labios

Y te he visto quebrarte y gozar de estar muerta oh más bella
Que el rayo, cuando mancha los vidrios blancos de tu sangre.


III

Era un viento más fuerte que nuestras memorias,
Estupor de los vestidos y grito de las rocas -y pasabas delante de esas llamas
Cuadriculada la cabeza las manos partidas y toda
En busca de la muerte sobre los tambores exultantes de tus gestos.

Era día de tus pechos
Y reinabas por fin ausente de mi mente.


VERDADERO NOMBRE

Llamaré desierto a ese castillo que fuiste,
Noche a esa voz, ausencia a tu rostro,
Y cuando caigas en la tierra estéril
Llamaré nada al relámpago que te ha llevado.

Morir es un país que amabas. Vengo
Pero eternamente por tus sombríos caminos.
Destruyo tu deseo, tu forma, tu memoria,
Soy tu enemigo que no tendrá piedad.

Guerra te llamaré y tomaré
Contigo las libertades de la guerra y tendré
En mis manos tu rostro oscuro y atravesado,
En mi corazón ese país que ilumina la tormenta.