Ángeles en tropel Motorizados Como cazas bombarderos Como revólveres con plumas Al asalto de las ondas de radio Al calor de los grupos electrógenos Destilados por los poros de los subterráneos Escupidos como metralla Enredados en espirales vertiginosas Circulando en carruseles de cólera Remontando la atmósfera Desde bocas de metro y refugios antiaéreos Crispando la simetría metropolitana Soplando alambiques oníricos Templando las líneas de alta tensión Deslizándose como fantasmagóricos icebergs Por las mesas de apuestas Con alas curtidas por bateristas de jazz Con máscaras antigás para la guerra nuclear Y cabelleras de estrellas fugaces Con guerreras de húsares putrefactos Y cítaras lunáticas Ángeles cacofónicos En desbandada Al abordaje Sobre pianos giratorios En hora punta Improvisando un grito Ensayando El Apocalipsis sonoro
II.
A jazz band of angels on a merry-go-round
El ángel trompetista se pierde en un bucle infinito El ángel saxofonista exhala polvo cósmico El ángel pianista pega fuego a los cinematógrafos El ángel guitarrista naufraga en un vaso de bourbon El ángel flautista encandila a las ratas de la calamidad El ángel del xilófono pulsa las constelaciones El ángel del clarinete describe elipses maníacas El ángel del banjo estruja la luna
Al contrabajo el ángel del submundo A la percusión el ángel de los vertederos Al órgano de tubos el ángel exterminador
Y en el centro de la caja de música El arcángel del swing Se columpia en el hilo telefónico Del pentagrama
A jazz band of angels on a merry-go-round
III.
En el back stage El ángel solista dijo al camello Nunca esnifo polvo de ángel Soy drogadicto No caníbal
IV.
“Are you my angel?” Allen Ginsberg
Bajo las grúas esqueléticas De los muelles de San Francisco El ángel del blues susurra Con tristeza infinita Una confesión Al marinero negro No soy rubio natural
V.
Cuando el ángel alucinado Leopardo del subsuelo Improvisa los primeros compases Clandestinos De un blues hipodérmico Todos los metrónomos de los night clubs Que oscilan en mitad de la noche alcoholizada Reduplican su taquicardia Con tal ímpetu Que los serafines sonámbulos Despiertan bocabajo En un callejón sin salida Donde se pudren los pianos de cola Enfermos De resaca y demencia
VI.
El pulso ágil Del ragtime Ametralla Los tímpanos De los ángeles Del infierno Que cruzan El continente Del delirio Clorofórmico De costa a costa VII.
Quince ángeles En el jukebox del antro Bop bop bop Y el sudor del trombón
Quince ángeles En el cementerio de coches Ho ho ho La orquesta es un motor De explosión
Quince ángeles Colocados de keroseno Hip hip hip La sangre reverbera Como un rubí
Quince ángeles Circunvalando el caos Yeah yeah yeah La luna azul se contonea
VIII.
Ángeles de neón ¿Habéis visto mis guantes Y mi chistera? ¿Mi capa de fracasado Prestidigitador? Sobre la cola de un cometa Los dejé Y luego resultó Ser la cola de un piano Con valija de piel de aligator Y zapatos de charol
Ángeles de neón ¿Qué es ese sonido metálico Como de máquina De vapor Que atrona los suburbios Y electrocuta el corazón?
Ángeles de neón Con sordinas y bujías Irradiáis la arquitectura De Nueva York
IX.
Dos ángeles autostopistas Con el blues en las plumas Y libros de haikus En sus mochilas
Ah cómo habrían deslumbrado A Jack Kerouac
X.
La ciudad fluye Entre las dos alas ennegrecidas Por la contaminación Del ángel que la sobrevuela En los atardeceres autumnales Los rascacielos los viaductos Las dársenas los trolebuses El corazón financiero las zonas ajardinadas Los anuncios de cigarrillos O de ropa interior Los puentes de hierro forjado Los bulevares los hangares La multitud moviéndose al azar Como bacterias bajo el microscopio Los cabarets las señales viarias Los aeródromos Las torretas eléctricas Las vías férreas las oficinas La ciudad fluye Entre las alas del ángel Que como un dirigible Mientras la sobrevuela Exhibe mensajes publicitarios
Tonight at Birldland Dixieland Jazz Quartet
XI.
Alborea el gospel La batuta Electrocuta Ángeles a punto De nieve Que se deslizan Como cisnes Por el declive Estilizado De los pianos Y los atriles Barajan Áureos perfiles O holy Holy Sunday Sun XII.
Swing
Ángeles De los bajos fondos Ametrallan Pajaritas Acuarios Clavicordios Con sus cajas de ritmo En turbios after-hours Bajo la luna en combustión -Oh alondra de tungsteno- De una noche marmórea Alada de alaridos
Wings
XIII.
En los altos hornos del cielo Una cuadrilla De ángeles níveos Avivan con el carbón de las noches Sin estrellas Un sol halógeno Que rueda Por la techumbre Escalonada de las fábricas Chimeneas Como cornetas Anunciadoras del apogeo Petroquímico Urden disonantes bemoles Solos de desolación Y óxidos Maquinales compases De jazz band mal engrasada Y asimétricas armonías Vagonetas cargadas de satélites Descarrilan En el paso a nivel De crepúsculos inflamables Donde ángeles braceros Recolectan A ritmo de blues La aleación candente De remotas tormentas Estereofónicas
XIV.
Duerme el querube Impúber El libro de Rimbaud Entre las alas Traslúcidas Las palmatorias Quemando un cielo Barroco Y un suspiro Que se escabulle Como una nube Embebida en el oro De lo efímero
Arpegio a arpegio El ensueño se ramifica…
“Sobre la pendiente del talud Los ángeles voltean sus vestidos de lana Entre pastos de acero y esmeralda”
XV.
Mística Jazzística De arcangélicas Epopeyas elípticas Y saxofones espasmódicos Bajo dinamos de brillo alcohólico Entre cataratas de pianos de aliento tóxico En cabarets amenizados por bailarines mecánicos
[Juan Sierra, poeta sevillano Carlos Colón, El País, 13/09/1989
Cuando le dijeron, hace pocos años, que al llegar a Sevilla Borges había preguntado por él, Juan Sierra comentó: "¿Borges? Bueno, que venga". Así definió él mismo su vida retraída, silenciosa. Este poeta culto, elegante y de un barroquismo helado, nació en Sevilla en 1901, fue bachiller en los jesuitas y universitario (no licenciado) en arquitectura.Funcionario de Hacienda hasta su jubilación, dedicó su vida a cultivar despaciosamente una vena poética que entroncaba por un lado con la modernidad y por otro con la tradición barroca sevillana. Sólo publicó cuatro libros de poesía (María Santísima, Palma y Cáliz de Sevilla, Claridad sin fecha y Álamo y Cedro) y una antología de artículos reunida bajo el título de Sevilla en su cielo.
Fue uno de los fundadores de la revista Mediodía y compañero de todos los grandes poetas que convirtieron a la Sevilla de los años veinte y treinta en capital mundial de la poesía. Sevillano de frialdad y finura, vivió los últimos años de su vida en apartamiento, ceguera y sabiduría, como un viejo rabino de Rembrandt. Juan Sierra falleció en Sevilla el pasado martes 11.] A José Mª del Rey Nadie sabe la mirada del ave que escarba en la tierra a esta hora fortaleza resplandeciente escupida en las vértebras de un chorro de agua La cal oscurece adolescencias en la compasión de alguna rama El sur se abre como una flor hundida en mirra de codos expertos al horizonte de su egoísmo Sevilla ya no tiene fuerzas para respirar engaños cuando se llora la delgadez con que el muro no apetece más que la igualdad de su sombra y gravitan rasgos de conformidad en balcones análogos La memoria ahueca lirios en el sueño de una belleza que plegó sus alas sin dejar de sonreír ahora que la oscuridad de mi habitación estalla dulcemente su silencio en color damasco de repique y el aire nos aconseja esparto glorioso Pero volvamos a los himnos de sombra que nos ofrecen en la palma de la mano una cinta de madera florida en orden al tiempo que bebe agujas de playa o compras mucho más leves que lo que resta de su primera voz La vida nunca llega con retraso a unos ojos bellamente protegidos Cada día que pasa te considero más niña
[Aimé Césaire (Basse-Pointe, 1913). Poeta, dramaturgo e intelectual martiniqueño. Reconocido como una de las figuras fundamentales de la poesía moderna en lengua francesa, fue uno de los creadores del concepto de negritud y un líder comprometido en la lucha de los negros. En 1931, gracias a una beca, inició estudios superiores en París. En 1934 fundó la revista L´Etudiant noir con otros intelectuales negros. Volvió a Martinica en 1939, donde enseñó en el Liceo de Fort de France. En 1941 creó la revista Tropiques. Junto al poeta L. Senghor creó el término "negritud" como rechazo a la asimilación cultural francesa; este movimiento se propuso una búsqueda de las raíces africanas, aunque alertaba de no caer en el regionalismo o el "color local". En 1941 el poeta francés A. Breton, líder del surrealismo, al descubrir su libro Cuaderno de retorno al país natal, lo saludó como a una de las voces más importantes de la poesía francesa de vanguardia. En 1948 escribió otro de sus grandes poemarios, Soleil cou-coupé. La poesía de Césaire, influida por la libertad verbal del surrealismo, es metafórica y rica en imágenes de gran plasticidad y fuerza evocativa; sin embargo, a diferencia de los surrealistas, la magia de su creación se sustenta en la riqueza de la cultura caribeña y africana, por lo que sus imágenes y metáforas cumplen un objetivo ajeno al puro experimentalismo. Sus poemas tienen que ver más con un concepto mágico profundamente americano. Entre sus influencias se cuentan los poetas Lautréamont, A. Rimbaud, G. Apollinaire y el propio Breton. No obstante estar escrita en francés, su poesía tiene una aspereza y complejidad que la hace deudora de una cultura mestiza, y ostenta un aire legendario, majestuoso, como si perteneciera a una épica antigua; de ahí sus versos largos, con apariencia de prosa y vigor visionario. El escritor R. Depestre sitúa la "criollidad" de Césaire en un contexto dinámico más amplio y universal que cualquier definición restrictiva, y habla de una "criollidad" en movimiento hacia una dimensión donde la poesía trata con la belleza y la desgracia a la vez. Según el poeta y ensayista D. Walcott, Césaire ve en el Nuevo Mundo la evidencia de humillaciones pasadas y la necesidad de un orden nuevo; sin embargo, su obra, como toda alta poesía, se basa en el misterio de esta redención, no en una dialéctica precisa que pudiera ser entendida a través de claves políticas. Césaire también escribió teatro, con los mismos presupuestos polémicos y estéticos. En su pieza La tragedia del rey Christophe (1963) analiza la historia haitiana con una mirada épica y universal, como si tratara de la tragedia de todas las revoluciones. En Une Saison au Congo (1966) puso en escena el drama político de África en los años sesenta.(Extraído de http://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/cesaire.htm)]
El gran machetazo del placer rojo en plena frente había sangre y ese árbol que llaman flamígero y que nunca merece tanto ese nombre como en las vísperas de ciclones y de ciudades saqueadas la sangre nueva la razón roja todas las palabras de todas las lenguas que significan morir de sed y solamente cuando morir tenía el sabor del pan y la tierra y el mar un gusto de antepasado y ese pájaro que me grita que no me entregue y la paciencia de los alaridos en cada rodeo de mi lengua la arcada más bella es un chorro de sangre la arcada más bella es una ojera lila la arcada más bella se llama noche y la belleza anarquista de tus brazos en cruz y la belleza eucarística y llameante de tu sexo en cuyo nombre saludaba la barrera de mis labios violentos había la belleza de los minutos que son las joyas en liquidación del bazar de la crueldad el sol de los minutos y su bonito hocico de lobo que el hambre hace salir del bosque la cruz roja de los minutos que son lampreas en marcha hacia los viveros y las estaciones y las fragilidades inmensas del mar que es un pájaro loco clavado muerto en la puerta de las tierras cocheras había hasta el terror tales como el relato de julio de los sapos de la esperanza y de la desesperanza podados de astros por encima de las aguas allí donde la fusión de los días que permite el bórax da cuenta de las lamparillas gestantes las fornicaciones de la hierba que no se deben presenciar sin precauciones las cópulas del agua reflejadas por el espejo de los magos las bestias marinas para ser tomadas en el hueco del placer los asaltos de vocablos todas troneras humeantes para festejar el nacimiento del heredero varón simultáneamente con la aparición de las praderas siderales en el flanco de la bolsa con volcanes de agaves de despojos de silencio el gran parque mudo con el agrandamiento silúrico de juegos mudos con las angustias imperdonables de la carne de batalla según la dosificación siempre por rectificar de los gérmenes que deben destruirse escolopendra escolopendra hasta el párpado de las dunas sobre las ciudades prohibidas castigadas por la cólera de Dios escolopendra escolopendra hasta el desastre crepitante y grave que arroja las ciudades enanas delante de los caballos más fogosos cuando en plena arena levantan su portón de rejas sobre las fuerzas desconocidas del diluvio escolopendra escolopendra cresta cresta moldura rompe rompe en sable caleta pelambres en aldea dormidos sobre sus piernas de pilotes y safenas de agua cansada dentro de un instante se producirá la derrota de los silos olfateados de cerca el azar rostro de pozo de condotiero ecuestre con charcos artesianos y las cucharillas de los senderos libertinos por armadura rostro de viento rostro uterino y lémur con dedos excavados en las monedas y la nomenclatura química y la carne dará vuelta SUs grandes hojas de banano que el viento de los tugurios fuera de las estrellas que señalan la marcha hacia atrás de las heridas de la noche hacia los desiertos de la infancia fingirá leer en un instante se tendrá la sangre vertida donde las luciérnagas tiran de las cadenillas de las lámparas eléctricas para la celebración de los compitales y el infantilismo del alfabeto de los espasmos que hacen los grandes ramajes de la herejía o de la connivencia habrá el desinterés de los transatlánticos del silencio que surcan día y noche las cataratas de la catástrofe alrededor de las sienes sabias en migración y el mar retraerá sus pequeños párpados de halcón y tú intentarás apoderarte del instante el gran feudatario recorrió su feudo a la velocidad de oro fino del deseo por los senderos de neuronas observa bien si el pajarillo no ha ingerido la estola el gran rey atónito en la sala llena de historias adorará sus manos pulquérrimas sus manos levantadas en el rincón del desastre entonces el mar retornará a su incómodo lecho apretado cuídate de cantar para no apagar la moral que es la moneda obsidional de las ciudades privadas de agua y de sueño entonces el mar se sentará a la mesa muy suavemente y los pájaros cantarán muy suavemente en las básculas de la sal la canción de cuna congolesa que la soldadesca me ha hecho olvidar pero que el mar piadosísimo de las cajas craneanas conserva sobre sus láminas rituales escolopendra escolopendra hasta que las cabalgatas vagabundeen por los prados salinos de abismos con el murmullo humano rico de prehistoria en las orejas escolopendra escolopendra hasta que no hayamos alcanzado la piedra sin dialecto la hoja sin torreón el agua frágil sin fémur el peritoneo seroso de los anocheceres de manantial
[Léopold Sédar Senghor murió el 20 de diciembre del 2001 en Verson, en el norte de Francia, donde vivía con su esposa desde que abandonó la política activa a principios de los años ochenta. Tenía 95 años. Poeta y primer presidente de Senegal, Senghor ha sido uno de los políticos africanos más respetados y coherentes y el mejor poeta africano en lengua francesa. Fundó con Aimé Césaire el movimiento de la negritud, que dio un gran impulso al renacimiento de la cultura negroafricana. (Extraído de la Revista Adamar)]
¡Máscaras! ¡Oh máscaras! Máscara negra, máscara roja, máscaras blanquinegras. Máscaras de todo horizonte de donde sopla el Espíritu, os saludo en silencio. Y no a ti el último, Antepasado de cabeza de León. Guardáis este lugar prohibido a toda sonrisa de mujer, a toda sonrisa que se marchita. Destiláis ese aire de eternidad en el que respiro el aliento de mis Padres. Máscaras de rostros sin máscara, despojados de todo hoyuelo y de toda arruga, Que habéis compuesto este retrato, este rostro mío inclinado sobre el altar de blanco papel. A vuestra imagen, ¡escuchadme! Ya se muere el África de los imperios, es la agonía de una princesa deplorable. Y también Europa a la que nos une el cordón umbilical. Fijad vuestros ojos inmutables en vuestros hijos dominados que dan su vida como el pobre su última ropa. Que respondamos con nuestra presencia al renacer del mundo, como es necesaria la levadura a la harina blanca. ¿Pues quién enseñaría el ritmo de las máquinas y de los cañones al mundo desaparecido? ¿Quién daría el grito de alegría para despertar a muertos y a huérfanos al amanecer? Decid, ¿quién devolvería el recuerdo de la vida al hombre de esperanzas rotas? Nos llaman los hombres del algodón, del café, del aceite, Nos llaman los hombres de la muerte. Somos los hombres de la danza, cuyos pies recobran fuerza al golpear el duro suelo. De Cantos de sombra