Cercado por las ratas de la calamidad
Un mar que rumia vestigios de civilizaciones ahogadas en su propia codicia
Reparte las partituras del caos
Coros de niños destripados por las bombas de las democracias avanzadas
Clarines que anuncian desastres financieros
Redobles de tambor de hambrunas planificadas
En algún despacho forrado de letras de cambio
Algarabías de élites en áticos de terciopelo
Endechas de arrabales sacudidos por la gota fría
Toda una escala de grises de acordes apocalípticos
Bajo un cielo anodino
Como una moqueta en la que han apagado cigarrillos
La lluvia sobre los mármoles rotos
De los cementerios marinos
Crepita como el llanto de un bebé estrangulado con alambre de espino
Mientras un tsunami de cadáveres de indigentes sin identificar
Amenaza los frescos rococós de los palacetes
De la plutocracia
Levantados en palmerales secretos
Allí el sol fisga por las balaustradas
Que se asoman al abismo de las desigualdades sociales
Allí complotan sombras que se prolongan hasta el infinito
Y pletóricas las alimañas malthusianas
Festejan el oscuro sino de la plebe
Con champán y sangre derramada en algún campo de batalla bajo cualquier excusa
A mayor gloria del índice Dow Jones
Todo lo registra un reportero de lengua de ofidio
En su cuaderno de cieno pestilente
Mañana el carnaval de pavesas que devasta el orbe
Será una crónica frívola para notarios con incontinencia urinaria
Las ciudades en ruinas aparecerán en las tarjetas postales
De los resorts para enfermos de gota
La guerra tecnológica devenida en espectáculo pirotécnico en Disneylandia
La existencia degenerada en un pasacalle de fake news
Y ya no quedará nada que reconforte al náufrago existencial
Salvo escuchar hipnotizado
El lento ulular del mar de noviembre