[Poeta francés nacido en Tinchebray, Orne, en 1896. Estudió medicina y trabajó en hospitales psiquiátricos durante la Iª Guerra mundial, aplicando sus profundos conocimientos de la teoría freudiana. Desde muy joven trabó amistad con importantes figuras intelectuales de Francia convirtiéndose en el gran impulsor del surrealismo y el dadaísmo. En 1921 publicó su primera obra surrealista, "Los campos magnéticos", en la que exploró las posibilidades de la hipnosis. Colaboró con Paul Éluard, Louis Aragon y Philippe Soupault en la fundación de la revista Littérature. En 1922 rompió con el Dadaísmo, se dedicó al automatismo psíquico, publicó en 1924 y 1929 el 1° y 2° manifiestos surrealistas y militó en el partido comunista francés hasta 1935. A raíz de la IIª Guerra mundial, se radicó en EE.UU. donde fundó en compañía de Marcel Duchamp, Marx Ernst, y David Hare, la revista "VVV". En 1941 publicó el Tercer manifiesto surrealista. Regresó a Paris en 1946, dedicándose hasta su muerte, en 1966, a mantener vivo el movimiento surrealista.
(Extraído de A media voz)]
Poema-objeto de André Breton
Los personajes de la comedia se reúnen bajo el pórtico: la ingenua de rizos de madreselva, la dueña, el caballero de cera y el niño traidor. Por encima de los arroyos que son estampas galantes, las faldas se levantan a menos que unos brazos semejantes a los de Aquiles no se ofrezcan a las bellas para ayudarles a cruzar las callejas. La partida de las corbetas que transportan el oro y las telas estampadas es anunciada muchas, muchas veces en el pequeño puerto. Un grosellero florido, que es un arrendatario general extiende lentamente los brazos sobre su cama. Cerca de él su espada es una libélula azul. Cuando camina, prisionero de las gracias, los caballos alados que piafan en su cuadra parecen dispuestos a lanzarse en las más locas direcciones.
Durante ese tiempo los payasos se aproximan a su sombra rosa, elevan al sol su mono favorito con manguitos de mariposa. A lo lejos se percibe un incendio en el que zozobran grandes rejas: es que los bosques que se extienden hasta perderse de vista están ardiendo y las risas de las mujeres aparecen como matas de muérrdago sobre los árboles del canal. Las estalactitas de la noche, de todos los colores, reavivan aún más el resplandor de las llamas hacia Citeres, y el rocío, que abrocha lentamente su collar en el cuello de las plantas, es un prisma maravilloso para el fin del siglo de los siglos. Los ladrones son músicos inmóviles en el muro de la iglesia, después de que a los instrumentos de su profesión se unieran violas, las guitarras y las flautas. Un lebrel dorado se hace el muerto en cada una de las salas del castillo. Nada tiene la suerte de separar al tiempo de su vuelo puesto que las mismas nubes de la víspera se someten al mar que brota.
En la murallas de la ciudad, una compañía de soldados de caballería ligera que acarician los grises de la tarde, con corseletes y cotas de malla, va a emboscarse en el fondo del agua.