martes, 1 de diciembre de 2015

DELICIA SURREALISTA: LA QUÊTE DE CIRLOT

Más allá de la luz está la oscuridad, una oscuridad visionaria tejida de símbolos y arcanos esotéricos que se desvela y se rev(b)ela contra la mezquina realidad del tiempo. Más allá de la miseria de la poesía, existe la vida-muerte como una formidable búsqueda -la quête- del grial de nosotros mismos. El ser y el no-ser, el amor sublime y el eterno retorno, la nostalgia de un Centro perdido como un castillo que llamea al final de un bosque entre la niebla. Y la soledad. Y el silencio.


Esa Quête fue la que emprendió en solitario Juan Eduardo Cirlot (Barcelona, 1916-1973), una de las figuras intelectuales más enigmáticas y atractivas en las cenizas de un país devastado, tierra yerma, asolada en los corazones y en la mente. De la mano de Alfonso Buñuel, Cirlot se iniciaría en el surrealismo de André Breton, del hilo de Marius Schneider penetraría en el simbolismo que le llevaría a un misticismo mágico, medieval, céltico y sufí. Cercano y lejano, contemporáneo y arcaico, Cirlot trenzó un arco imposible entre lo más moderno y lo más remoto, interesándose tanto por el estudio de las vanguardias surgidas en su tiempo -y de ahí su esplendido Diccionario de los ismos- o participando activamente en el grupo Dau al set, como imbuido por una poesía arqueológica donde el referente antiguo, de un tiempo que quizás nunca existió, pero que fue real, le llevó a escribir uno de los ciclos poéticos más deslumbrantes de un siglo al que él no pertenecía: Bronwyn.

Entre medias existe la alquimia de sus múltiple ensayos (El mundo del objeto a la luz del surrealismo, El espíritu abstracto desde la Prehistoria a la Edad Media, Diccionario de símbolos, etc, etc, etc), sus composiciones musicales dodecafónicas y sus textos permutatorios donde las aliteraciones y las atracciones visuales y sonoras construían una arquitectura poética en la que significantes y significados inauguraban una nueva lengua, terra ignota de su ánima.

La cita con Cirlot y su mundo será el próximo jueves 3 de diciembre a las 20.30 en la librería La Delicia de Leer en C/ Juan Agapito y Revilla, 10. Allí os espera la enigmática Bronwyn.



BRONWYN, I

A la que renace de las aguas

Las huellas de tus dedos
no se ven en las torres.

Pero yo leo sin descanso, en la soledad de la ermita junto
al mar
los antiguos signos en donde tú estuviste hacia el año mil,
por los bosques, los pantanos, las ramas y las hojas, la arcilla
pisada.

Dentro del corazón está la muerte
como una runa blanca de ceniza.

Acércate por el campo blanco o por el verde campo o por el
campo negro, pero ven.

Detente ante la tumba
donde los dos estamos.

BRONWYN, PERMUTACIONES

VIII
Con las manos perdidas en los cielos
de fuego entre las páginas,
con relieves contemplo la blancura
cuerpo de tu celeste cenicienta
negra bajo las piedras
y las azules alas del pantano.

Estrellas en los ojos de las aguas,
corazón sobre el campo de las nubes,
mi Bronwyn en la tierra.

Por el desnudo bosque verde
el mar se descompone en las arenas
grises.

Las olas se aproximan en las hierbas.

XI
Bronwyn entre las alas y las olas
sobre las nubes grises y la tierra.

Tus ojos en los cielos con relieves
y en las piedras azules las estrellas.

Manos entre las páginas del fuego,
en las perdidas aguas de las hierbas.

BRONWYN, n

Nor
nor Bronwyn

Rob
rob Bronwyn

Row
row Bronwyn
Wry
wry Bronwyn

sábado, 31 de octubre de 2015

"CÉSAR MORO O LA SUBLIMACIÓN DE LO FORTUITO" EN LAS DELICIAS SURREALISTAS

El Piojo Eléctrico se complace en invitaros en la librería La Delicia de Leer a una disertación sobre uno de los más injustamente olvidados poetas surrealistas latinoamericanos: el peruano César Moro (1903-1956). Sea por lo radical de su propuesta poética, a saber, la práctica de la más genuina escritura automática, o sea por haber escrito la mayor parte de su obra en una lengua extranjera, el francés, sus libros fueron ninguneados por las grandes editoriales (el propio padre del surrealismo en América Latina, Aldo Pellegrini, se quejaba amargamente de cómo uno de los libros más bellos de Moro, La tortuga ecuestre, su único poemario en español, no encontró editor durante largos años). Pero nada de ello minó el espíritu inquieto de Alfredo Quípez Asín, tal era su verdadero nombre, que siguió involucrado en la difusión del surrealismo, desde sus primeros contactos con el grupo parisino encabezado por Breton en los años 20 del siglo pasado, pasando por su colaboración con en diversas revistas del surrealistas como DYN o El hijo pródigo, hasta la organización de la Cuarta Exposición Internacional Surrealista junto con Breton en México en los años 40. Murió prematuramente víctima de una leucemia en 1956 en Lima, con la falta de atención de crítica y público que desgraciadamente le había acompañado durante toda su vida. Hoy día es considerado uno de los más importantes poetas de Perú y es reivindicado incluso por el establishment literario del país andino, no en vano Moro había sido profesor de francés de Vargas Llosa en el Colegio Militar Leoncio Prado de la ciudad peruana de Callao.

El Piojo Eléctrico os invita a disfrutar de este fantástico poeta el jueves 12 de noviembre a las 20.30 en la librería La Delicia de Leer en C/ Juan Agapito y Revilla, 10.



VISIÓN DE PIANOS APOLILLADOS CAYENDO EN RUINAS
por César Moro


El incesto representado por un señor de levita
Recibe las felicitaciones del viento caliente del incesto 
Una rosa fatigada soporta un cadáver de pájaro
Pájaro de plomo dónde tienes el cesto del canto
Y las provisiones para tu cría de serpientes de reloj
Cuando acabes de estar muerto serás una brújula borracha
Un cabestro sobre el lecho esperando un caballero moribundo de las islas del 
Pacífico que navega en una tortuga musical divina y cretina
Serás un mausoleo a las víctimas de la peste o un equilibrio pasajero entre dos trenes que chocan
Mientras la plaza se llena de humo y de paja y llueve algodón arroz agua cebolla y vestigios de alta arqueología
Una sartén dorada con un retrato de mi madre
Un banco de césped con tres estatuas de carbón
Ocho cuartillas de papel manuscritas en alemán
Algunos días de la semana en cartón con la nariz azul 
Pelos de barba de diferentes presidentes de la república del Perú clavándose  como flechas de piedra en la calzada y produciendo un patriotismo violento en los enfermos de la vejiga 
Serás un volcán minúsculo más bello que tres perros sedientos haciéndose  reverencias y recomendaciones sobre la manera de hacer crecer el trigo en pianos fuera de uso

viernes, 30 de octubre de 2015

EL PÁJARO DEL PARAÍSO por Franklin Rosemont

[Franklin Rosemenot (1943-2009) fue fundador e integrante del Grupo Surrealista de Chicago junto con su esposa Penelope. Junto con ella había viajado a París en los años 60 y había entrado en contacto con Breton y el grupo de surrealistas parisinos, quedando muy impresionado. Su padre era sindicalista y su madre era música y de ahí heredó sus dos principales preocupaciones además del surrealismo: los movimientos de liberación y la música negra, especialmente el blues. Escribió numerosos poemarios y dirigió la revista surrealista Arsenal/Subversion. También fue autor de un libro sobre Joe Hill, cantautor folk afiliado a la IWW. ]


Franklin Rosemont, principal animador de la escena
surrealista de Chicago.


Una vez en el jardín rubio
del humo desatado
Dos veces en la ambigüedad
de ojos parpadeando
a cámara lenta
Tres veces en el sol 
que se dobla
como un periódico
Cuatro veces en el embudo
de nieve el vaso de alcohol
y guantes
Cinco veces en los cinco sentidos 
colocados como un puzzle
sobre el cielo artrítico
Seis veces en el almanaque
pesado con un péndulo
y con el índice de alusiones
Ocho veces en el cristal helado
donde los guijarros duermen como peces
Nueve veces en el suelo violeta
de ojos de delfín
Diez veces en la ventana hipnótica
simple como una uva
en su encaje y en su ropa sucia

La esfera de lo oscuro
soltada de sus lejanos goznes
en la luz de ranas
tan dormida de repente


Traducción: Sorrow
Dibujo de Franklin Rosemont

jueves, 22 de octubre de 2015

ATHANOR por Penelope Rosemont

[Penelope Rosemont es una de las cabezas visibles del surrealismo norteamericano junto con su marido Franklin.  Nacida en 1942 en Chicago, ha sido integrante del grupo surrealista de esta ciudad desde los años 60 del siglo pasado tras haber conocido a Breton en París poco antes de la muerte de éste. Fotógrafa, collagista y poeta, aparte de estar comprometida con la causa surrealista se ha interesado movimientos de liberación (como el de la comunidad afroamericana) y formas libres de expresión musical como el jazz y el blues.]

Penelope Rosemont, tejiendo y destejiendo 
el manto del surrealismo en EE.UU.


Esta mañana
te traje el sol
en un saco

Me levanté de la cama muy rápido
Me puse un vestido marrón
de plumas de faisán
una capa de pieles de camaleón
y en mi cabeza puse el nido 
de un petirrojo

En el borde del mar 
mientras el horizonte era invisible
me oculté (con la ayuda 
de mi capa de camaleón)
entre nubes lilas
y rocas de plata

Justo cuando el sol inmóvil y adormilado
vino de detrás del mar
lo apresé con lenguas de mercurio líquido
y lo arrojé a un saco
forrado de azufre
y ortigas

Te lo traeré de desayuno
para untarlo en el pan como mantequilla
y beberlo como néctar de madreselva
y frotarlo contra tu cuerpo 
para que te vuelvas luminoso
deslumbres a tus enemigos
 y te conviertas en señor
de todas las bestias


(Traducción: Sorrow)


Collage de Penelope Rosemont

lunes, 19 de octubre de 2015

VUELVEN LAS DELICIAS SURREALISTAS: LA INSURRECCIÓN DESDE CHICAGO

El piojo eléctrico, ese cleptómano de sangre fresca y burbujeante, incendiario de cueros cabelludos y mullidos vellos púbicos, se ha liado al otro lado del charco con otros dos entes del subsuelo, con la futurista pero pasada de moda hormiga atómica y con el antiburgués bugs bunny. Su objetivo es  ponernos al día de las palabras y obras del Grupo Surrealista de Chicago.

Será el miércoles que viene, 21 de octubre, a las 20:30 en La Delicia de Leer (Juan Agapito y Revilla 10, Valladolid)

El denominado Grupo Surrealista de Chicago fue fundado en Chicago, Illinois, en julio de 1966 por Franklin y Penélope Rosemont después de un viaje a París en 1965, durante el cual estuvieron en contacto con André Breton, justo un año antes de su muerte. Recogieron la batuta y la desarrollaron con todo vigor, humor y libertad por lo maravilloso frente a la ramplonería religiosamente capitalista del gran gendarme.

Franklin y Penelope Rosemont.


      ”  Siempre con la ayuda del «umor», de la experimentación, del juego y del amor. En perpetua compañía de Bugs Bunny y sus «cómplices populares», del blues y de los «inspirados del borde de las autopistas del pensamiento y la imaginación creadora», los componentes del Movimiento Surrealista en los Estados Unidos han redactado las volantinas más hilarantes, cáusticas e incendiarias y han escrito los análisis más lúcidos de los acontecimientos, llegando a su cenit en el análisis y la defensa de la Revuelta de Los Ángeles de 1992. ”
(Reseña de ¿Qué hay de nuevo, viejo? Textos y declaraciones del Movimiento Surrealista de los Estados Unidos (1967-1999), Pepitas de Calabaza, 2008)

Más información:
Chicago Surrealist Group en Wikipedia
The Surrealist Movement in the United States
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[…] El surrealismo no está hecho para complacer a aquellos que tienen necesidad de una «línea» política u otra: demasido anarquista para la mayoría de marxistas, demasiado marxista para los anarquistas; demasiado amante de la poesía y de la pintura para los políticos, demasiado deseoso de revolución para los escritores y artistas; demasiado inclinado a las investigaciones teóricas para los activistas, demasiado indisciplinado para los profesores; demasiado poéticamente riguroso para los chantajistas espiritualistas, demasiado cercano a lo maravilloso para los aquejados de racionalismo instrumental; demasiado freudiano para la izquierda positivista y puritana, demasiado salvaje para los médicos usurpadores y los conservadores del psicoanálisis […]. El surrealismo sólo puede florecer a su manera. Contra y alejado de los paradigmas dominantes […]

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Declaración del Grupo Surrealista de Chicago contra Andy Warhol en 1989

HACE CIENTO OCHENTA Y un años que William Blake nos alertó contra ciertos artistas a los que la clase dominante “Emplea para Deprimir el Arte”. Hoy, el Capital y su Estado monopolizan el Arte mientras ahoga toda verdadera expresión libre. La sociedad contemporánea es una gigantesca prisión, y no es sorprendente que varias de las celebridades del Mercado del Arte sean guardianes armados con gas lacrimógeno y pistolas.

Sexista y racista declarado, católico devoto, pelota profesional de la complacencia corporativa, apologista del imperialismo y de toda otra forma de explotación y degradación, Andy Warhol ejemplifica el tipo de escoria que llega hasta lo más alto en esta sociedad intolerablemente miserabilista. El cadáver maloliente de este rico lameculos -el Richard Nixon del Arte Moderno que alardeaba de que su mayor ambición era convertirse en máquina- sigue siendo la perfecta encarnación de la cultura oficial de nuestros días.



Al no haber tenido nunca la oportunidad de escupirle en la cara cuando estaba vivo, aprovechamos esta ocasión para escupir sobre su memoria, sobre toda su obra, sobre todos sus admiradores, y especialmente sobre todos esos comisarios, críticos y otros bien pagados mentirosos que se las han arreglado para convencer a un cierto número de personas de que esta pútrida no-entidad tuvo realmente alguna importancia.

Algún día -¡más cercano de lo que pensáis!- tendremos el placer de pisotear y mear sobre las repugnantes representaciones de la mercancía de Warhol, sobre las ruinas de éste y otros museos por los que circula la mercancía, sobre las ruinas de toda la estúpida estructura social fundamentada en el fetichismo de la mercancía.

Mientras tanto, si alguno de nosotros se toma la molestia de asistir a vuestros asquerosos funerales, es porque serán justamente los vuestros. Como diría Daffy Duck: “¡Es para morirse de risa!”

miércoles, 30 de septiembre de 2015

VESTIGIO por José Antonio Ramos Sucre

[Biografía de Ramos Sucre aquí]

Tu suerte infundía el pesar de una ilusión anulada, de una felicidad escapada y distante; tu distinción exótica daba relieve a la desventura interminable de una vida anómala. Yo escuchaba tus lamentaciones de criatura débil, amenazada y fugitiva.

Vestías de azul y blanco, los colores de la ola momentánea; y tus ojos de mirada atónita y lejana, compendiaban un nostálgico panorama oceánico. Yo celebraba tu belleza alba y taciturna de pájaro boreal.

Adornabas la tarde; y yo recuerdo que entonces acrecentaba la melancolía del poniente e inundaba la ciudad patricia una procelosa irrupción de nieblas, indómitas mensajeras del mar.

La muerte benévola te llevo dormida a su limbo oscuro y vano; pero tu imagen alada vencedora del olvido, humilla las malezas de mi jardín sellado con una sobrenatural blancura de mármol.



"Reclining Figure" de Henry Moore

lunes, 31 de agosto de 2015

EN EL CASTILLO DE ARGOL (fragmento) por Julien Gracq

[Biografía de Julien Gracq aquí]

En dirección al fondo de la bahía, en el lugar en que las tristes hierbas de las arenas dejaban sitio a las playas desnudas, Albert dirigió su caballo hacia una melancólica reunión de piedras grises y gastadas, modeladas por la mano del hombre, y que al acercarse resultó ser, según parecía, un cementerio hacía mucho tiempo abandonado. La invasión de las arenas había alcanzado el nivel de los bajos cercados de piedra, y el recinto mortuorio parecía colmado por entero. Cruces macizas de piedra de brazos extrañamente cortos como los de las cruces gaélicas emergían de la arena sin orden aparente: una eminencia apenas visible anunciaba todavía el lugar de la tumbas. La desolación salvaje de aquel lugar abandonado de los hombres no inspiró sin embargo en  el corazón de Albert más que una mórbida curiosidad, y, atando su caballo al brazo de una de las cruces de piedra, recorrió con rapidez sus avenidas ahogadas por la arena. Ya no era legible ninguna inscripción, y el agente de aquella despiadada y dos veces sacrílega destrucción era revelado por el silbido incesante de los granos de arena cuyo fino polvo el viento, segundo tras segundo, y con un encarnizamiento atroz, proyectada sobre el granito. ¡Parecía fluir de Su palma inagotable, en el horrible reloj de arena del Tiempo! La palidez del rostro de Albert se volvió entonces más viva que de costumbre, y el viento agitó locamente las mechas de sus rubios cabellos extrañamente apagados, color de avena y arena. Miraba fijamente una cruz de piedra plantada algo aparte de las otras y según todas las apariencias, aunque no pudiera juzgarse con exactitud debido a los avances desiguales de la arena, de una forma notablemente más elevada. Pero lo que, desde cualquier punto de vista, a Albert le pareció más turbador en la situación de aquella cruz era que ninguno de los abultamientos todavía visibles del terreno, que volvían tan lúgubremente explicables la presencia de los emblemas de la redención en aquel lugar desierto, aparecía en sus alrededores inmediatos, donde solo ondulaban los pliegues irregulares de la arena, de suerte que el alma dudaba largamente en decidir si aquella cruz representaba todavía el signo de la Muerte tumbada a sus pies en el suelo, o si, por el contrario, se enfrentaba al pueblo dormido de la tumbas para presentarle la imagen orgullosa de la Vida eterna, presente todavía en medio de las soledades más fúnebres. El enigma de aquella cruz equívoca y disponible fue apoderándose poco a poco del ánimo de Albert, y una fuerza guió entonces su brazo mientras, manteniendo en su rostro la sonrisa casi insensata que hacía nacer en él secretas comparaciones, caminaba deprisa hacia la cruz y, armándose de una esquirla de piedra puntiaguda, grababa en ella toscamente el nombre de

HEIDE.