lunes, 31 de enero de 2011

JAZZ BAND OF ANGELS (I)


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I.

Ángeles en tropel
Motorizados
Como cazas bombarderos
Como revólveres con plumas
Al asalto de las ondas de radio
Al calor de los grupos electrógenos
Destilados por los poros de los subterráneos
Escupidos como metralla
Enredados en espirales vertiginosas
Circulando en carruseles de cólera
Remontando la atmósfera
Desde bocas de metro y refugios antiaéreos
Crispando la simetría metropolitana
Soplando alambiques oníricos
Templando las líneas de alta tensión
Deslizándose como fantasmagóricos icebergs
Por las mesas de apuestas
Con alas curtidas por bateristas de jazz
Con máscaras antigás para la guerra nuclear
Y cabelleras de estrellas fugaces
Con guerreras de húsares putrefactos
Y cítaras lunáticas
Ángeles cacofónicos
En desbandada
Al abordaje
Sobre pianos giratorios
En hora punta
Improvisando un grito
Ensayando
El Apocalipsis sonoro




II.

A jazz band of angels
on a merry-go-round

El ángel trompetista se pierde en un bucle infinito
El ángel saxofonista exhala polvo cósmico
El ángel pianista pega fuego a los cinematógrafos
El ángel guitarrista naufraga en un vaso de bourbon
El ángel flautista encandila a las ratas de la calamidad
El ángel del xilófono pulsa las constelaciones
El ángel del clarinete describe elipses maníacas
El ángel del banjo estruja la luna

Al contrabajo el ángel del submundo
A la percusión el ángel de los vertederos
Al órgano de tubos el ángel exterminador

Y en el centro de la caja de música
El arcángel del swing
Se columpia en el hilo telefónico
Del pentagrama

A jazz band of angels
on a merry-go-round




III.

En el back stage
El ángel solista dijo al camello
Nunca esnifo polvo de ángel
Soy drogadicto
No caníbal



IV.

“Are you my angel?”
Allen Ginsberg
Bajo las grúas esqueléticas
De los muelles de San Francisco
El ángel del blues susurra
Con tristeza infinita
Una confesión
Al marinero negro
No soy rubio natural




V.

Cuando el ángel alucinado
Leopardo del subsuelo
Improvisa los primeros compases
Clandestinos
De un blues hipodérmico
Todos los metrónomos de los night clubs
Que oscilan en mitad de la noche alcoholizada
Reduplican su taquicardia
Con tal ímpetu
Que los serafines sonámbulos
Despiertan bocabajo
En un callejón sin salida
Donde se pudren los pianos de cola
Enfermos
De resaca y demencia



VI.

El pulso ágil
Del ragtime
Ametralla
Los tímpanos
De los ángeles
Del infierno
Que cruzan
El continente
Del delirio
Clorofórmico
De costa a costa


VII.

Quince ángeles
En el jukebox del antro
Bop bop bop
Y el sudor del trombón

Quince ángeles
En el cementerio de coches
Ho ho ho
La orquesta es un motor
De explosión

Quince ángeles
Colocados de keroseno
Hip hip hip
La sangre reverbera
Como un rubí

Quince ángeles
Circunvalando el caos
Yeah yeah yeah
La luna azul se contonea




VIII.

Ángeles de neón
¿Habéis visto mis guantes
Y mi chistera?
¿Mi capa de fracasado
Prestidigitador?
Sobre la cola de un cometa
Los dejé
Y luego resultó
Ser la cola de un piano
Con valija de piel de aligator
Y zapatos de charol

Ángeles de neón
¿Qué es ese sonido metálico
Como de máquina
De vapor
Que atrona los suburbios
Y electrocuta el corazón?

Ángeles de neón
Con sordinas y bujías
Irradiáis la arquitectura
De Nueva York




IX.

Dos ángeles autostopistas
Con el blues en las plumas
Y libros de haikus
En sus mochilas

Ah cómo habrían deslumbrado
A Jack Kerouac




X.

La ciudad fluye
Entre las dos alas ennegrecidas
Por la contaminación
Del ángel que la sobrevuela
En los atardeceres autumnales
Los rascacielos los viaductos
Las dársenas los trolebuses
El corazón financiero las zonas ajardinadas
Los anuncios de cigarrillos
O de ropa interior
Los puentes de hierro forjado
Los bulevares los hangares
La multitud moviéndose al azar
Como bacterias bajo el microscopio
Los cabarets las señales viarias
Los aeródromos
Las torretas eléctricas
Las vías férreas las oficinas
La ciudad fluye
Entre las alas del ángel
Que como un dirigible
Mientras la sobrevuela
Exhibe mensajes publicitarios

Tonight at Birldland
Dixieland Jazz Quartet





XI.

Alborea el gospel
La batuta
Electrocuta
Ángeles a punto
De nieve
Que se deslizan
Como cisnes
Por el declive
Estilizado
De los pianos
Y los atriles
Barajan
Áureos perfiles
O holy
Holy Sunday
Sun


XII.

Swing

Ángeles
De los bajos fondos
Ametrallan
Pajaritas Acuarios Clavicordios
Con sus cajas de ritmo
En turbios after-hours
Bajo la luna en combustión
-Oh alondra de tungsteno-
De una noche marmórea
Alada de alaridos

Wings



XIII.

En los altos hornos del cielo
Una cuadrilla
De ángeles níveos
Avivan con el carbón de las noches
Sin estrellas
Un sol halógeno
Que rueda
Por la techumbre
Escalonada de las fábricas
Chimeneas
Como cornetas
Anunciadoras del apogeo
Petroquímico
Urden disonantes bemoles
Solos de desolación
Y óxidos
Maquinales compases
De jazz band mal engrasada
Y asimétricas armonías
Vagonetas cargadas de satélites
Descarrilan
En el paso a nivel
De crepúsculos inflamables
Donde ángeles braceros
Recolectan
A ritmo de blues
La aleación candente
De remotas tormentas
Estereofónicas



XIV.

Duerme el querube
Impúber
El libro de Rimbaud
Entre las alas
Traslúcidas
Las palmatorias
Quemando un cielo
Barroco
Y un suspiro
Que se escabulle
Como una nube
Embebida en el oro
De lo efímero

Arpegio a arpegio
El ensueño se ramifica…


“Sobre la pendiente del talud
Los ángeles voltean sus vestidos de lana
Entre pastos de acero y esmeralda”






XV.

Mística
Jazzística
De arcangélicas
Epopeyas elípticas
Y saxofones espasmódicos
Bajo dinamos de brillo alcohólico
Entre cataratas de pianos de aliento tóxico
En cabarets amenizados por bailarines mecánicos

martes, 25 de enero de 2011

SUR CUANDO QUIERO por Juan Sierra


[Juan Sierra, poeta sevillano
Carlos Colón, El País, 13/09/1989

Cuando le dijeron, hace pocos años, que al llegar a Sevilla Borges había preguntado por él, Juan Sierra comentó: "¿Borges? Bueno, que venga". Así definió él mismo su vida retraída, silenciosa. Este poeta culto, elegante y de un barroquismo helado, nació en Sevilla en 1901, fue bachiller en los jesuitas y universitario (no licenciado) en arquitectura.Funcionario de Hacienda hasta su jubilación, dedicó su vida a cultivar despaciosamente una vena poética que entroncaba por un lado con la modernidad y por otro con la tradición barroca sevillana. Sólo publicó cuatro libros de poesía (
María Santísima, Palma y Cáliz de Sevilla, Claridad sin fecha y Álamo y Cedro) y una antología de artículos reunida bajo el título de Sevilla en su cielo.

Fue uno de los fundadores de la revista Mediodía y compañero de todos los grandes poetas que convirtieron a la Sevilla de los años veinte y treinta en capital mundial de la poesía. Sevillano de frialdad y finura, vivió los últimos años de su vida en apartamiento, ceguera y sabiduría, como un viejo rabino de Rembrandt. Juan Sierra falleció en Sevilla el pasado martes 11.
]



A José Mª del Rey

Nadie sabe la mirada del ave que escarba en la tierra
a esta hora fortaleza resplandeciente
escupida en las vértebras de un chorro de agua

La cal oscurece adolescencias en la compasión de alguna rama
El sur se abre
como una flor hundida en mirra de codos expertos
al horizonte de su egoísmo

Sevilla ya no tiene fuerzas para respirar engaños
cuando se llora la delgadez con que el muro no apetece más que la igualdad de su sombra
y gravitan rasgos de conformidad
en balcones análogos

La memoria ahueca lirios en el sueño de una belleza
que plegó sus alas sin dejar de sonreír
ahora que la oscuridad de mi habitación estalla dulcemente su silencio
en color damasco de repique
y el aire nos aconseja esparto glorioso
Pero volvamos a los himnos de sombra
que nos ofrecen en la palma de la mano
una cinta de madera florida
en orden al tiempo
que bebe agujas de playa
o compras mucho más leves
que lo que resta de su primera voz

La vida nunca llega con retraso a unos ojos bellamente protegidos
Cada día que pasa te considero más niña


"Palomas" por José Caballero

lunes, 17 de enero de 2011

LAS ARMAS MILAGROSAS por Aimé Césaire



[Aimé Césaire (Basse-Pointe, 1913). Poeta, dramaturgo e intelectual martiniqueño. Reconocido como una de las figuras fundamentales de la poesía moderna en lengua francesa, fue uno de los creadores del concepto de negritud y un líder comprometido en la lucha de los negros.

En 1931, gracias a una beca, inició estudios superiores en París. En 1934 fundó la revista L´Etudiant noir con otros intelectuales negros. Volvió a Martinica en 1939, donde enseñó en el Liceo de Fort de France. En 1941 creó la revista Tropiques. Junto al poeta L. Senghor creó el término "negritud" como rechazo a la asimilación cultural francesa; este movimiento se propuso una búsqueda de las raíces africanas, aunque alertaba de no caer en el regionalismo o el "color local".

En 1941 el poeta francés A. Breton, líder del surrealismo, al descubrir su libro Cuaderno de retorno al país natal, lo saludó como a una de las voces más importantes de la poesía francesa de vanguardia. En 1948 escribió otro de sus grandes poemarios, Soleil cou-coupé.

La poesía de Césaire, influida por la libertad verbal del surrealismo, es metafórica y rica en imágenes de gran plasticidad y fuerza evocativa; sin embargo, a diferencia de los surrealistas, la magia de su creación se sustenta en la riqueza de la cultura caribeña y africana, por lo que sus imágenes y metáforas cumplen un objetivo ajeno al puro experimentalismo. Sus poemas tienen que ver más con un concepto mágico profundamente americano.

Entre sus influencias se cuentan los poetas Lautréamont, A. Rimbaud, G. Apollinaire y el propio Breton. No obstante estar escrita en francés, su poesía tiene una aspereza y complejidad que la hace deudora de una cultura mestiza, y ostenta un aire legendario, majestuoso, como si perteneciera a una épica antigua; de ahí sus versos largos, con apariencia de prosa y vigor visionario.

El escritor R. Depestre sitúa la "criollidad" de Césaire en un contexto dinámico más amplio y universal que cualquier definición restrictiva, y habla de una "criollidad" en movimiento hacia una dimensión donde la poesía trata con la belleza y la desgracia a la vez. Según el poeta y ensayista D. Walcott, Césaire ve en el Nuevo Mundo la evidencia de humillaciones pasadas y la necesidad de un orden nuevo; sin embargo, su obra, como toda alta poesía, se basa en el misterio de esta redención, no en una dialéctica precisa que pudiera ser entendida a través de claves políticas.

Césaire también escribió teatro, con los mismos presupuestos polémicos y estéticos. En su pieza La tragedia del rey Christophe (1963) analiza la historia haitiana con una mirada épica y universal, como si tratara de la tragedia de todas las revoluciones. En Une Saison au Congo (1966) puso en escena el drama político de África en los años sesenta.(Extraído de http://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/cesaire.htm)]




El gran machetazo del placer rojo en plena frente había sangre
y ese árbol que llaman flamígero y que nunca merece tanto ese nombre como en las vísperas de ciclones y de ciudades saqueadas la sangre nueva la razón roja todas las palabras de todas las lenguas que significan morir de sed y solamente cuando morir tenía el sabor del pan y la tierra y el mar un gusto de antepasado y ese pájaro que me grita que no me entregue y la paciencia de los alaridos en cada rodeo de mi lengua

la arcada más bella es un chorro de sangre
la arcada más bella es una ojera lila
la arcada más bella se llama noche
y la belleza anarquista de tus brazos en cruz
y la belleza eucarística y llameante de tu sexo en cuyo nombre saludaba la barrera de mis labios violentos
había la belleza de los minutos que son las joyas en liquidación del bazar de la crueldad el sol de los minutos y su bonito hocico de lobo que el hambre hace salir del bosque la cruz roja de los minutos que son lampreas en marcha hacia los viveros y las estaciones y las fragilidades inmensas del mar que es un pájaro loco clavado muerto en la puerta de las tierras cocheras había hasta el terror tales como el relato de julio de los sapos de la esperanza y de la desesperanza podados de astros por encima de las aguas allí donde la fusión de los días que permite el bórax da cuenta de las lamparillas gestantes las fornicaciones de la hierba que no se deben presenciar sin precauciones las cópulas del agua reflejadas por el espejo de los magos las bestias marinas para ser tomadas en el hueco del placer los asaltos de vocablos todas troneras humeantes para festejar el nacimiento del heredero varón simultáneamente con la aparición de las praderas siderales en el flanco de la bolsa con volcanes de agaves de despojos de silencio el gran parque mudo con el agrandamiento silúrico de juegos mudos con las angustias imperdonables de la carne de batalla según la dosificación siempre por rectificar de los gérmenes que deben destruirse

escolopendra escolopendra
hasta el párpado de las dunas sobre las ciudades prohibidas castigadas por la cólera de Dios
escolopendra escolopendra
hasta el desastre crepitante y grave que arroja las ciudades enanas delante de los caballos más fogosos cuando en plena arena levantan
su portón de rejas sobre las fuerzas desconocidas del diluvio
escolopendra escolopendra
cresta cresta moldura rompe rompe en sable caleta pelambres en aldea
dormidos sobre sus piernas de pilotes y safenas de agua cansada
dentro de un instante se producirá la derrota de los silos olfateados de cerca
el azar rostro de pozo de condotiero ecuestre con charcos artesianos y las cucharillas de los senderos libertinos por armadura
rostro de viento
rostro uterino y lémur con dedos excavados en las monedas y la nomenclatura química
y la carne dará vuelta SUs grandes hojas de banano que el viento de los tugurios fuera de las estrellas que señalan la marcha hacia atrás de las heridas de la noche hacia los desiertos de la infancia fingirá leer
en un instante se tendrá la sangre vertida donde las luciérnagas tiran de las cadenillas de las lámparas eléctricas para la celebración de los compitales
y el infantilismo del alfabeto de los espasmos que hacen los grandes ramajes de la herejía o de la connivencia
habrá el desinterés de los transatlánticos del silencio que surcan día y noche las cataratas de la catástrofe alrededor de las sienes sabias en migración
y el mar retraerá sus pequeños párpados de halcón y tú intentarás apoderarte del instante el gran feudatario recorrió su feudo a la velocidad de oro fino del deseo por los senderos de neuronas observa bien si el pajarillo no ha ingerido la estola el gran rey atónito en la sala llena de historias adorará sus manos pulquérrimas sus manos levantadas en el rincón del desastre entonces el mar retornará a su incómodo lecho apretado cuídate de cantar para no apagar la moral que es la moneda obsidional de las ciudades privadas de agua y de sueño entonces el mar se sentará a la mesa muy suavemente y los pájaros cantarán muy suavemente en las básculas de la sal la canción de cuna congolesa que la soldadesca me ha hecho olvidar pero que el mar piadosísimo de las cajas craneanas conserva sobre sus láminas rituales

escolopendra escolopendra
hasta que las cabalgatas vagabundeen por los prados salinos de abismos con el murmullo humano rico de prehistoria en las orejas

escolopendra escolopendra

hasta que no hayamos alcanzado la piedra sin dialecto la hoja sin torreón el agua frágil sin fémur el peritoneo seroso de los anocheceres de manantial
"Antropofagia" por Tarsila do Amaral

miércoles, 5 de enero de 2011

PLEGARIA A LAS MÁSCARAS por Leopold Sédar Senghor


[Léopold Sédar Senghor murió el 20 de diciembre del 2001 en Verson, en el norte de Francia, donde vivía con su esposa desde que abandonó la política activa a principios de los años ochenta. Tenía 95 años. Poeta y primer presidente de Senegal, Senghor ha sido uno de los políticos africanos más respetados y coherentes y el mejor poeta africano en lengua francesa. Fundó con Aimé Césaire el movimiento de la negritud, que dio un gran impulso al renacimiento de la cultura negroafricana.

(Extraído de la
Revista Adamar)]


¡Máscaras! ¡Oh máscaras!
Máscara negra, máscara roja, máscaras blanquinegras.
Máscaras de todo horizonte de donde sopla el Espíritu,
os saludo en silencio.
Y no a ti el último, Antepasado de cabeza de León.
Guardáis este lugar prohibido a toda sonrisa de mujer, a toda sonrisa que se marchita.
Destiláis ese aire de eternidad en el que respiro el aliento de mis Padres.
Máscaras de rostros sin máscara, despojados de todo hoyuelo y de toda arruga,
Que habéis compuesto este retrato, este rostro mío inclinado sobre el altar de blanco papel.
A vuestra imagen, ¡escuchadme!
Ya se muere el África de los imperios, es la agonía de una princesa deplorable.
Y también Europa a la que nos une el cordón umbilical.
Fijad vuestros ojos inmutables en vuestros hijos dominados que dan su vida como el pobre su última ropa.
Que respondamos con nuestra presencia al renacer del mundo, como es necesaria la levadura a la harina blanca.
¿Pues quién enseñaría el ritmo de las máquinas y de los cañones al mundo desaparecido?
¿Quién daría el grito de alegría para despertar a muertos y a huérfanos al amanecer?
Decid, ¿quién devolvería el recuerdo de la vida al hombre de esperanzas rotas?
Nos llaman los hombres del algodón, del café, del aceite,
Nos llaman los hombres de la muerte.
Somos los hombres de la danza, cuyos pies recobran fuerza al golpear el duro suelo.


De Cantos de sombra




"Sin título" (1992) por Ngwenya Malangatana

viernes, 31 de diciembre de 2010

SONIA ARAQUISTAIN por Georges Henein


[Este poema no se entiende bien sin conocer el contexto en el que se escribió. Sonia Araquistain era hija de un republicano español exiliado en Londres y artista gráfica que acabó arrojándose al vacío por un amor no correspondido desde un tercer piso. " Este suicidio dio lugar, " escribió Henein " según la costumbre inglesa, a un proceso contra la difunta, donde el procurador general encontró una ocasión de escupir sobre todo lo que queda de poesía en este mundo. " Al poema lo he acompañado con una ilustración de Sonia Araquistain para un libro de Alexander S. Neill.

Geoges Heinein (1914-1973) fue un poeta egipcio en lengua francesa de madre italiana y de padre copto. Estudió en Europa donde trabó amistad con André Breton y entró en contacto con el surrealismo. De vuelta a El Cairo formó un grupo surrealista, Art et Liberté, y la revista La Part du Sable, con el poeta Edmond Jabès y el pintor Ramses Younane. Colaboró en la revista Surrealista Phases. ]


Cavad
y encontraréis una sonrisa
una sonrisa funeraria
para los que toman la vida al pie de la letra
cavad
y el polvo os llegará al corazón
y estaréis con el corazón en el polvo
y el amor indolente
inmóvil en la encrucijada del rechazo.

Cavad
y encontraréis el cielo
quizá lleguéis a encontrar el cielo
quizá la dispersión de las especies
o el saber acongojado de la lluvia
cavad
para que esta mujer despliegue el abanico de su caída
para que abofetee de una vez por todas la indiferencia del espacio
para que con su hermoso rostro de cristal hecho añicos
despose la tierra firme.

Cavad
y encontraréis los ojos más solitarios del mundo
y en el suelo helado de la Avenida
una extranjera repentina como una ventana
cavad en esos ojos una mirada imposible
cavad vuestro nombre en nuestra noche
cavad para nosotros.

Extraído de la Antología de la poesia surrealista de Aldo Pellegrini.


Ilustración de Sonia Araquistain.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

INTRODUCCIÓN A UNA VIDA DE MERCURIO por Alberto Savinio


[Alberto Savinio, cuyo verdadero nombre era Andrea De Chirico, (Atenas, 25 de agosto de 1891 - Florencia, 5 de mayo de 1952) fue un escritor y pintor italiano, hermano del más famoso Giorgio De Chirico. Formó parte también del movimiento artístico pintura metafísica.Alberto Savinio, nació en Atenas, donde estaba su familia trabajando. Tuvo una formación musical que incluyó estudio de contrapunto con Max Reger. Ante el fracaso de sus composiciones, marchó a París, donde entró en contacto con las vanguardias artísticas de la época, conociendo a creadores de todo tipo, como Pablo Picasso, Blaise Cendrars, Francis Picabia, Jean Cocteau, Max Jacob y Guillaume Apollinaire. Desde principios de 1914 se presentó con el seudónimo de Alberto Savinio. Publicó Les chants de la mi-mort en el número 3 (Junio/agosto de 1914) de la revista Les Soirées de Paris con tal nombre. "Les chants..." revisada en el tiempo es una obra autónoma y de una intuición privilegiada, podría decirse que por su estructura, contenido y representación va pareja en lo que a música y drama se refiere, a la pintura de su hermano Giorgio De Chirico. Participó en la Primera guerra mundial, siendo enviado a Salónica, al frente macedonio, como intérprete. Al acabar la guerra fue transferido a Milán y desde 1923 se estableció en Roma, donde publicó textos teóricos y narrativos, sobre todo en revistas como La Ronda. En 1924 Alberto Savino estuvo entre los fundadores del Teatro dell'Arte, dirigido por Luigi Pirandello. En 1926 contrajo matrimonio y marchó a París, para dedicarse a la pintura. Regresó definitivamente a Italia en 1933. Pasó en Roma la segunda guerra mundial. Europeísta convencido desde el primer momento, ajeno al Régimen en el que le tocó vivir veinte años, al final del conflicto bélico colaboró con el Corriere della sera y el Corriere d'informazione. A juicio de algunos, como Leonardo Sciascia que hizo todo lo posible por su recuperación, y lo logró en vida, es uno de los más importantes escritores del siglo XX italiano.
(Extraído de Wikipedia)]


A fin de facilitar la circulación de los navíos de gran tonelaje y también para estimular la entrega a domicilio, la casa Rana no tenía peldaños ni escalinata. Pese a esto, el paquebote, empujando la puerta con una proa orgullosa, penetró silbando hasta el centro de la sala, en medio de la indiferencia más completa.

La familia Rana se encontraba al completo, así como Robert Danesi, el postulante trágico.

Después de los insultos de rigor, los dos huéspedes fueron amablemente invitados por el dueño de la casa a dejarse dar un puntapié en el trasero. En casa de los Rana, gentes de gran alcurnia, se profesaba el culto de los grandes modales.

La señora Giulia Rana, la dueña de la casa, llevaba un magnífico traje de noche con grandes ramas verdes, que le sentaba a las mil maravillas.

Míster Paul, al acercársele para escupirle en la cara, como es usanza en la mejor sociedad, se dio cuenta de que aquel traje no era más que un señuelo.

Hija de batracios, rana ella misma, la señora Giulia Rana conservaba sobre su piel los mismos ornamentos que cubrían la epidermis del señor Anfibio, su padre. Inútil añadir que la señora Giulia iba completamente desnuda bajo aquellas ramas congénitas. En cuanto a su vientre, enteramente blanco, enteramente redondeado y de una delicadeza tal que la hacía ponerse crispada, se aplastaba como un a pelota de niño contra el borde de la mesa.

La ciudad de las promesas por Andrea de Chirico (alias Alberto Savinio)

Disgustado por este nuevo testimonio de la inestabilidad del carácter humano, el cónsul se sentó en un rincón y, después de cerrar las piernas, comenzó a acariciar con una mano solícita la punta de su cola que sobrepasaba el pantalón metálico.

El señor Luigi Rana, marido de la señora Giulia y presidente honorífico de la Sociedad para el Estímulo de la Pederastia en las Familias, removía con un irrigador un cóctel compuesto de amoníaco y excrementos diversos. En cuanto al capitán Tullio Rana, gran mutilado de guerra y hermano del señor Luigi, saltaba por el salón con gestos de muñeco de pim-pam-pum, pues habiendo resistido valerosamente la presión den los Sturmtruppen [1], su cuerpo había quedado reducido al espesor de una pastilla.

Grandes estrellas polvorientas e indiferentes estaban alineadas contra los muros. Sólo conservaban de su pasado esplendor una vaga luminosidad mortecina que mariposeaba débilmente en los extremos de sus patas antes tan radiantes. Desde la ventana se descubría la ciudad, toda blanca y redonda entre sus murallas, parecida a una Carlota rusa bañándose en su crema.

La sesión iba a abrirse como una flor. Todo el mundo rodeó a la hermosa señora Rana, que por su gracia sin par servía de salida de escape a las revelaciones de lo oculto.

Pese a que la casa Rana estuviera totalmente desprovista de sillas, todos los asistentes a aquella sesión memorable estaban tranquilamente sentados en torno a la mesa, con las manos suavemente posadas sobre la alfombra, el torso erguido y el trasero en el vacío.

Robert Danesi tomó la palabra. Como después de su famoso intento de suicidio se había convertido en catobléfaro, se había acostumbrado a dirigirse a sus oyentes volviéndoles la espalda. Dijo:

“En el mes de noviembre de 1918, nos decidimos a abandonar Suiza para regresar a Europa. La señora Danesi, mi hijo Temístocles y yo nos embarcamos en un barco-lavadero. La Guerra había concluido, y yo tenía prisa en poner mi brazo al servicio de mi patria. Pero esto no es más que un detalle. A la altura del número 24 de la rue Jacob de París, nuestro barco fue torpedeado por el descuido de algunos pescadores con dinamita que operaban por aquellos parajes. Apretando a mi hijo Temístocles entre mis brazos, conseguí encaramarme a la caja de caudales del barco, que como estaba completamente vacía flotaba en el océano como un melón. Nos llevó sanos y salvos hasta el prostíbulo del lugar. Después de aquella noche trágica, no volví a tener noticias de mi mujer hasta ayer, once septiembre, cuando un acordeonista de Tel-Aviv tuvo la amabilidad de anunciarme por telegrafía sin hilos que la señora Danesi está tan muerta como ustedes o como yo, y que actualmente está hospitalizada en un gran establecimiento de carne congelada de Londres, donde los mejores especialistas del lugar proceden a la supresión de sus tatuajes.

”Señores, prosiguió el postulante trágico con una voz que se hizo más grave, éste es el motivo que nos reúne esta noche. Deseo saber por boca de esta porquería de señora Giulia Rana, gracioso comisario del más allá, y en presencia de esa basura de míster Paul, cónsul de Inglaterra, si mi querido Temístocles, sangre y carne del vigésimo tercer amante de mi adorada esposa, puede pronunciar todavía el dulce nombre de madre”

Recuerdos de un mundo desaparecido por Andrea de Chirico 
(alias Alberto Savinio)

Después de la declaración de Robert Danesi, la señora Rana, que se había recogido profundamente, abrió desmesuradamente su ombligo y con una voz pastosa pronunció:

“¡Espíritu! ¿Es cierto que la señora Danesi está actualmente hospitalizada en un gran establecimiento de carne congelada de Londres, donde los mejores especialistas del lugar proceden a la supresión de sus tatuajes? ¡Contestad sin demora, os lo ordeno!”

Algunos segundos después de que el silencio lleno de éxtasis hubiese absorbido el eco de la exhortación umbilical, espantosos espasmos sacudieron el ombligo de la señora Rana, y una voz que no era la suya exclamó: “Estamos desbordados de trabajo. Degollamos niño. Vuelvan más tarde.”

Extraído de la Antología del humor negro de André Breton


[1] Tropas de asalto alemanas de la Primera Guerra Mundial.

martes, 14 de diciembre de 2010

EL VALLE PIERDE SU ATMÓSFERA (fragmento) por Winétt de Rokha


[De Winétt de Rokha (1892-1951), poetisa chilena, siempre se menciona que era la esposa de Pablo de Rokha, un poeta que gozó del favor popular en vida. Pero la poesía de Winnét, por lo que hemos podido leer, aunque menos conocida que la de su cónyuge no tiene nada que envidiar a la de éste. Winnétt de Rokha fue una autora inquieta en todos los sentidos. En primer lugar, porque experimentó con el lenguaje poético hasta llegar a alcanzar una escritura mágica, de hermoso hermetismo, emparentada con la escritura automática de los surrealistas /.../ Y en segundo lugar, porque también abrazó en su vida y en su obra el compromiso social, lo cual le llevó a ella y a su marido a tener que huir de Chile en los años 40 para escapar a la represión de la llamada Ley Maldita, una ley destinada a neutralizar los movimientos de izquierda. Fallecida de cáncer en 1951, Pablo de Rokha le dedicó Fuego Negro, una elegía amorosa. Otra gran figura de la poesía olvidada por los académicos de turno.

(Extraído de la revista
Antares nº6)]

Valiente pincel de hacer célebre, proletario-macho-desterrado
fecundas generaciones de amaranto y ponzoña perforada.
Poetas de la concordia y su articulación multitudinaria
calcina granadas de juventud y calavera al relato entregadas.
Imponentes montañas se desgajan en quejumbre borracha
intercalando peñascos de orfeón, cálidos, cárdenos
del carácter enmohecido con musgo eterno a la cintura.
Se multiplican las curvas de las vanguardias cercadas y cercanas
por tostado dolor, lejanas azul-comienzo, precursoras,
umbral y pasto del aloe fraternal.

Se enfrenta el globo-émbolo de estaño a una tétrica mueca cosmogónica;
es que nos acarrea la innúmera cantidad del agua y su dilema orgánico.

Monumentos de vidrio suspendidos, romances de acierto, estupores blancos.
"Futurismo" y canoas, puñal maya-azteca detenido, cerrajero,
en tal ansiedad manejada de rubíes equivalentes.
El relámpago triangulado se yergue arrollador,
trincha la Cruz del Sur que reverbera en sí misma de emergencia.
Gusanos que arrasan la carne de mármol y vigilia.
El grito mundial de "Buy bonds of war," [1] lisonjero,
en la médula de millones de seres deambulando en desborde
con esperanza leve y la fría finura del murciélago libre.
Oda de lodo del banquete escalofriante, de hotel,
su frasco de alcohol refrena el maxilar y la mímica impúdica.
El echarpe soltero de la plaza pública auspicia ceremonias universales;
un tropel de potrancas matizan las drogas de relleno del fenómeno.

Canal suave, rítmico, cuadro de hojas crujientes, recalcitrantes,
patinado, celestial, recortado, solo, característico, antojo, percance intestinal
de una procesión de azucenas traviesas en planteamiento de aviones.
Libro-apóstol aborda la memoria frívola de una oruga con dólares.

Enigma y arboladura de catedrales medioevales, cortina de latidos,
con pestañeos termales bajo el flujo de la Vía Láctea.
Al ataque esponjadas señales luminosas, zorros, puritanos,
melindrosos, cautelosos como aborigen desgraciado, fugitivo.
Difícilmente tomaré ya contacto directo, cobarde, inútil,
de salmuera, con los lares de mis antepasados de cobre y cochayuyo.
Molécula aterida, categórica, aerodinámica, baile
en que giro sin término y polémica impávida o amenazadora.


[1] en inglés "Compre bonos de guerra".


Desastres del misticismo (1942) por Roberto Matta.