lunes, 27 de febrero de 2017

LA ANGUILA DE LAS DUNAS: EL SURREALISMO METAMÓRFICO DE JEAN ARP EN LAS "DELICIAS SURREALISTAS"

El próximo jueves 2 de marzo, a las 20:30 en La Delicia de Leer (Juan Agapito y Revilla 10) el Piojo Eléctrico nos convoca a una nueva velada surrealista para presentar la obra poética de Jean Arp, una de las figuras más importantes del arte del siglo XX.

Jean Arp (Estrasburgo 1887-Basilea, 1966), fue un artista integral que aunó en su obra la escultura, la pintura y la poesía con la misma naturalidad con la que se expresaba en alemán o en francés, o pasaba de la figuración a la abstracción (que él llamaba “concreción”). Aunque sus orígenes artísticos se sitúan en el expresionismo del grupo Der Blau Reiter (“El jinete azul”), será uno de los fundadores, junto a Ball, Huelsenbeck, Janco y Tzara entre otros, del movimiento Dadaísta de Zurich en 1916. A comienzos de los años veinte se instala en París donde participará en buena parte de las manifestaciones del grupo surrealista, donde encajaba perfectamente por su sentido poético, y cuya colaboración mantendría hasta su muerte, aunque siempre con una fuerte independencia que le llevó a explorar caminos cercanos a una abstracción orgánica.

Su poesía, ligada indisolublemente a su obra plástica, destaca por el humor y por el juego, en el que el azar y el automatismo nos abren las puertas a un universo onírico metamórfico donde los objetos y los seres se transforman sin cesar, y donde el tiempo y el espacio se entremezclan en las aguas del inconsciente. Pero detrás de todo ello hay una ironía crítica, casi como una burla infantil, al antropocentrismo, al racionalismo y a la idea de modernidad y de progreso que conducen a la destrucción del ser humano, alejado de la naturaleza y del mito, es decir, de la poesía.




“EL PADRE, LA MADRE, EL HIJO, LA HIJA”

El padre se ha colgado
en el lugar del péndulo.
La madre está callada
La hija está callada
El hijo está callado
Los tres contemplan
el tic tac del padre.

La madre es de aire.
El padre vuela a través de la madre.
El hijo es uno de los cuervos
de la plaza San Marcos de Venecia.
La hija es una paloma mensajera.

La hija es dulce.
El padre se come a la hija.
La madre corta al padre en dos
se come una mitad
y ofrece la otra a su hijo.

El hijo es una coma.
La hija no tiene ni pies ni cabeza.
La madre es un huevo espoleado.
De la boca del padre
cuelgan colas de palabras.

El hijo es una pala rota.
Así que el padre se ve obligado
a trabajar la tierra
con su luenga lengua.
La madre sigue el ejemplo de Cristóbal Colón.

Anda con las manos desnudas
y atrapa con los pies desnudos
un huevo de aire tras otro.
La hija zurce el desgaste de un eco.

La madre es un cielo gris
donde se arrastra abajo muy abajo
un padre de papel secante
cubierto de manchas de tinta,
El hijo es una nube.
Cuando llora llueve.
La hija es una lágrima imberbe.

Jean Arp, Días deshojados
(Traducc. De Jesús Munárriz. Madrid: Hiperión, 1983)

jueves, 9 de febrero de 2017

EL SURREALISMO EXISTENCIAL DE MIGUEL LABORDETA EN LAS "DELICIAS SURREALISTAS"

Miguel Labordeta, hermano mayor del célebre cantautor y político aragonés José Antonio Labordeta, fue un poeta peculiar en el gris panorama cultural de la posguerra española. Influido por el surrealismo de los grandes de la Generación del 27 (con Lorca y su Poeta en Nueva York a la cabeza) Miguel Labordeta intentó mantener viva la rebeldía de las vanguardias bajo el totalitarismo franquista, lo que le costó no pocos encontronazos con los censores del régimen. De hecho, su inclinación por el lenguaje deslumbrante y explosivo  del surrealismo le llevó a acercarse a los postistas, de los cuales Carlos Edmundo de Ory llegó a ser gran amigo suyo. Sin embargo, por su temática su escritura está más próxima a la poesía existencial y desarraigada en boga tras la contienda española. Pesimista, inconformista y crítico con las guerras, animó en Zaragoza, su ciudad natal, la tertulia del Café Niké, donde fundaría la Oficina Poética Internacional, cuyos miembros solían llevar un Carnet de Ciudadano del Mundo en el bolsillo en los tiempos del más rancio patrioterismo franquista. Su obra escrita desde el yo, un yo airado, incómodo y autodestructivo, ha sido incluso comparada con la de los poetas beat del otro lado del océano. 


Sea como fuere, y ello a pesar del predominio en las últimas décadas de la poesía intimista y neorromántica escrita desde la primera persona del verbo, Miguel Labordeta no ha conseguido alcanzar el reconocimiento merecido, por lo que el Piojo Eléctrico te invita a una nueva edición de las Delicias Surreaslistas el jueves 16 de febrero a las 20.30 en la librería la Delicia de Leer (c/ Juan Agapito y Revilla, 10) para a ver si de una vez por todas se empieza disipar la nube de olvido que gravita sobre la obra labordetiana. No olvides presentar a la entrada tu Carnet de Ciudadano del Mundo.




RETROSPECTIVO INEXISTENTE
(un poema de Miguel Labordeta)

Me registro los bolsillos desiertos
para saber dónde fueron aquellos sueños.
Invado las estancias vacías
para recoger mis palabras tan lejanamente idas.
Saqueo aparadores antiguos,
viejos zapatos, amarillentas fotografías tiernas,
estilográficas desusadas y textos desgajados del Bachillerato,
pero nadie me dice quién fui yo.

Aquellas canciones que tanto amaba
no me explican dónde fueron mis minutos,
y aunque torturo los espejos
con peinados de quince años,
con miradas podridas de cinco años
o quizá de muerto,
nadie,
nadie me dice dónde estuvo mi voz
ni de qué sirvió mi fuerte sombra mía
esculpida en presurosos desayunos,
en jolgorios de aulas y pelotas de trapo,
mientras los otoños sedimentaban
de pálidas sangres
las bodegas del Ebro.

¿En qué escondidos armarios
guardan los subterráneos ángeles
nuestros restos de nieve nocturna atormentada?
¿Por qué vertientes terribles se despeñan
los corazones de los viejos relojes parados?
¿Dónde encontraremos todo aquello
que éramos en las tardes de los sábados,
cuando el violento secreto de la Vida
era tan sólo
una dulce campana enamorada?
Pues yo registro los bolsillos desiertos
y no encuentro ni un solo minuto mío,
ni una sola mirada en los espejos
que me diga quién fui yo.


De Violento idílico